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miércoles, 24 de agosto de 2022

Fragmento de la novela "Te compraré unas babuchas morunas"

 


Me miro entre las ovas de las canteras; estiro una de mis trenzas, que siempre tiende a ladearse. Hace un frío crudo, olvidado. Busco, entre la hierba mojada peos de lobos, los estrujo con el pie. Dejo la libreta encima de una piedra. Me subo la falda escocesa hasta medio muslo, miro unos segundos mis zapatos marrones, y sin remordimiento voy entrando en el agua fangosa de la cantera; me hundo poco a poco, intento dar un paso, pero mis pies están pegados al barro. No me puedo mover. ¿Voy a morir engullida por el cieno, sin poder siquiera pedir ayuda?



sábado, 7 de abril de 2018

Fragmento de «Te compraré unas babuchas morunas»



John Wllian Waterhouse


Huir es lo único que deseo,
pero el tren llega ya, y nada ni nadie puede convencerme de
dar la media vuelta, que me apee de mi deber. Ni siquiera el
hombre que no ha dejado de mirarme todo el tiempo, y que
se levanta al ver la luz verde en el final del túnel. “La voluntad
de hacer, ¿en qué acabó? Hace mucho que se desvaneció.” 

“Por mí se va hacia la ciudad doliente, por mí se va hacia el sufrimiento
eterno, por mí se va hacia la perdida gente.”
Me asaltan los versos de Dante ante la puerta de gruesos
barrotes desafiando mi tranquilidad. Busco un picaporte, una
aldaba, un timbre, un resorte en el suelo, un ábrete sésamo. El
tiempo no es el ahora, el momento. Me he trasladado treinta,
cincuenta años atrás, ¿o quizá sean siglos? No sé, no puedo
precisar. ”Quienes entráis, perded toda esperanza.”

Un timbre. Acerco el dedo, lo retiro de prisa. Miro a un lado,
a otro. No hay un alma. Es como una secuencia cinematográfica
donde yo, desprotegida, sola ante el espacio despoblado,
sin adornos que obliguen al objetivo de la cámara a entretenerse
en un árbol, en un perro, en un banco, en una simple
farola. El espacio desnudo y yo. El enfoque es sólo uno: mi
rostro en primer plano columbrando un gesto, un movimiento
delator, el temblor de todo mi cuerpo. Pero no hay órdenes,
ni claqueta, ni focos. Un espacio sin tiempo. ¿Quién se atrevería
a decir fechas? Los rinchos de los barrotes, los rosetones
de hierro y forja pueden confundir.

Un nuevo intento. Rozo el botón, vuelvo a retirar la mano
con la casi seguridad de que no lo he presionado lo suficiente.
Se hace tarde, el tiempo no se involucra, no quiere, no
entiende de cómputos. Ahora aprieto fuerte. La pesada puerta
comienza a moverse, se despega lentamente de su otra
mitad. No me importa la tardanza; cuanto más se demore,
más tardaré en descubrir lo que esconde, lo que me aguarda al
otro lado.

 ¿Quién me ha abierto? ¿Un control remoto?,
¿una máquina?, ¿quién controla la entrada? “Los centauros vigilantes
de los siete círculos del infierno.” ¿La técnica suprime al monstruo?
¿De qué tiempo dispongo para traspasar estos muros
que desde aquí afuera tienen la apariencia de una ciudad fortificada?
¿Cuánto para adentrarme “al fondo del triste abismo
donde la única pena es la de perder toda esperanza?”

Traspaso el umbral. La puerta se cierra. Ya no hay salida
posible, la necesidad de dar marchar atrás. Bajo por una pendiente
hacia el fondo de un largo pasadizo que desemboca en
una serie de pabellones. ¿En cuál de ellos me espera? “En el
quinto sufren pena los iracundos. En el primero los violentos.” ¿Acaso
importa?

Necesito una presencia humana cuanto antes, “en este lugar
más hondo y más oscuro y lejano de la ciudad doliente.” Oprimo las
mandíbulas y miro el pasadizo que parece no tener fin. Noto
una sensación de miles de ojos fijos en mi espalda. Me estremezco.
“Vuélvase sola por la loca senda.” ¿Acaso es posible?

miércoles, 22 de abril de 2015

Entrevista


La escritora de Baños de la Encina presenta  en Barcelona, su primera novela "Te compraré unas babuchas morunas" de Ediciones Carena. La historia trata sobre una estirpe que se ubica en Sierra Morena.


La dulzura de su voz choca con la fuerza que derrocha, hasta por el color de sus cabellos, pero la escritora Pepa Cantarero, natural de Baños de la Encina, sabe que es la literatura el mejor medio para expresarse tal cual es. Creativa y una pizca curiosa, la escritora vive desde los 11 años en Barcelona, sin embargo, no cortó el cordón que le une a la provincia. Y es que en su municipio natal, cuenta con un premio literario que lleva su nombre “Certamen Poético Pepa Cantarero”. Después de escribir varios cuentos y tres poemarios, da el paso definitivo para publicar su primera novela, Te compraré unas babuchas morunas bajo el amparo de la catalana Ediciones Carena. Hoy se presenta en el Ateneo de Barcelona y, próximamente, viajará hasta la provincia de Jaén para mostrar este personal trabajo.
—¿Cuál es el argumento principal de su primera novela?
—Se trata de una novela que cuenta la historia de tres generaciones. En concreto, el protagonista es un personaje fuerte y contradictorio, una persona a la que hago un homenaje personal, vinculada a mí. Una estirpe en la que me centro en la hija de este hombre, Ariadna, y en la hija de ésta. Se trata de una historia muy completa que comencé cuando tenía 22 años. A lo largo de este tiempo la fui completando y perfilando. En cuanto a la estructura, los capítulos están contados de forma independiente. Es como un collage, ya que se incluyen fotografías, cartas y otros documentos.
—¿Es información verídica la que incluye en estos pasajes?
—Sí. Tuve que documentarme bastante sobre la minería y aquellos últimos bandoleros, ubicados en Sierra Morena. El protagonista, al que nombro en la historia como Arsenio Ranchera, vivía allí, por lo que tuve que desplazarme hasta este punto de la provincia de Jaén, a este lugar mágico. Es una obra en la que hablan vivos y muertos y ambos tienen importancia por igual.
—¿En quién se inspiró para escribir sobre la vida de Ranchera?
—En realidad esta historia surgió por mi abuelo. Una persona que me marcó mucho en mi niñez. Luego, de mayor indagué sobre su vida y descubrí que fue un vecino muy querido, aunque también odiado. Pero en lo que todos coincidían era que fue una persona muy respetada. Una apreciación que recogí por medio de grabaciones a conocidos y familiares y con la que forjé su figura. Además, los que la han leído, destacan la fuerza y la importancia de los personajes femeninos de la historia.
—¿Se inspiró en el realismo mágico de Gabriel García Márquez o de su obra Cien años de soledad?
—No, pero es cierto que puede parecerse porque cuenta historias de una misma estirpe a lo largo del tiempo. Por otra parte, los muertos siempre están presentes en mi literatura. De hecho, tengo un poemario titulado Conversaciones con el nicho 612. Los difuntos forman parte de mí, y la literatura ofrece la posibilidad de hablar con ellos, hay más libertad.
—Aunque es de Baños de la Encina, ¿qué siente por Sierra Morena? 

—Es una zona que me apasiona, y no es que destaque por ser una sierra muy espectacular, como otras de la provincia de Jaén. Supongo que es por los genes que tengo de mi familia. Recuerdo que cuando viajé hasta allí noté una presencia inexplicable. De todos modos, procuro bajar a Baños de la Encina todos los veranos. No sólo por ser jurado del certamen de poesía, al que pusieron mi nombre, sino porque es la mejor manera para cargarme de energía positiva.


Fuente de información: Ideal Jaen - Diana Sánchez /Jaén 

domingo, 8 de marzo de 2015

Presentación de Te compraré unas babuchas morunas

Nos hemos reunido aquí para presentar la primera novela de Pepa Cantarero, “Te compraré unas babuchas morunas”. He comenzado a modo de misa porque quiero destacar la dimensión catártica que adquiere esta obra con este acto. Se podría decir que este es el final de la epopeya de Arsenio. Nos hemos reunido hoy aquí con nosotros mismos. Alguien, Pepa, ha contado nuestra historia.

Hay muchas formas de honrar a los muertos, y en eso la novela de Pepa se aleja mucho de las misas. Las babuchas caminan por un ritual sin rito, descompasadas a veces, deliciosamente a pata coja, otras. Pepa honra a nuestros antepasados sirviéndolos en su propia salsa, y poco hechos. De esa forma nos honra también a los que estamos aquí y se honra a sí misma.

Como se observa, yo no puedo presentar esta novela sin que Pepa sea, para su incomodidad, el centro de atención. No distingo a Pepa de lo que escribe, conocí a la vez a su cuerpo y a sus palabras. Vargas Llosa dijo no hace mucho: “La literatura ayuda a vivir; llena los vacíos y las insuficiencias de la vida”. Estuve de acuerdo con esa afirmación durante mucho tiempo, mucho antes de que la pronunciara Vargas Llosa, y me pareció bella la forma en que él la expresó. Ahora pienso que él no hablaba de lo que yo pensaba que hablaba. Él separaba la vida y la literatura, concediéndole a esta un estatus de suplente. Equiparaba la literatura a una botella de vino. Yo creía que hablaba de que la literatura era una estupenda forma de vivir, que venía a completar la vida y a sanarla. Esta novela no es evasiva sino sanadora. Sana a su autora y a quien la lee. Y la sanación no consiste en una dulce borrachera. Consiste en una aventura arriesgada para las dos partes. La literatura no sirve de bastón a Pepa, la literatura se apoya en Pepa para erigirse en vida. 

“El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana”, escribió Lorca. Pepa es una demiurga que ha otorgado a sus personajes el derecho a expresarse con sus propias palabras y en su terreno. Incluso el derecho a no expresarse, a hacer sencillamente, a vivir, que es el mayor espectáculo conocido, y a vivir más allá de la muerte. “Teatro de muertos y vivos en múltiples piezas extraviadas”, podría subtitularse esta novela. Teatro en su sentido mágico que sucede en el lector y sucede, intuyo, de forma muy distinta en cada uno. Pepa ha hecho varias cosas a la vez al escribir sus babuchas. Una prueba es que podemos referirnos a la novela en plural sin que resulte extraño. 

Por tanto, prefiero poner mi atención ahora en la otra parte, en el lector, en quien termina por dar sentido a la literatura y muy especialmente a esta obra poliédrica. Mis impresiones sobre la novela están demasiado ligados a Pepa. Me la imagino calzando esas babuchas. Así que creo que no estaría de más pensar en lo que la novela puede ofrecer a otros. Si Pepa ha tejido esta compleja red durante veinte años, cada lector podría quedarse atrapado en una zona distinta. La mía y la de muchos de los que estamos aquí es emotiva, litúrgica incluso. 

Me consta, en cambio, que un profesor de literatura leyó hace poco las babuchas y admiró profundamente su construcción narrativa y, en especial, la utilización de distintas técnicas y géneros. Reparó, como es lógico, en la presencia de escenas teatrales y en la abundancia de diálogos en los que no sólo se recoge fielmente el castellano de transición que se habla en las zonas mineras de Sierra Morena, sino que narra hechos ejemplificadores de los flujos migratorios de los mineros de principios de siglo que reforzaron la conexión de estas hablas nuestras con las de Murcia o Almería. También celebró el uso de la carta manuscrita y el tempo que imprime a la novela su presencia, y quiso felicitar a la autora por la resurrección de un género perdido: el silencio. Nunca la encontró. Probablemente la buscó por otro nombre. 

Fue el nombre de Pepa el que hizo a uno de sus alumnos pedirle prestado el libro. “¿Cómo puede haber una escritora llamada Pepa”, pesó, “¿Cómo debe ser una novela escrita por alguien que prefiera llamarse Pepa a Marijose, Josefina o siquiera Pepi?”. Le resultó hermosísimo el nombre de Pepa y muy afortunado cuando apenas había comenzado a leer el libro. Cuando lo hubo concluido, reposó la epopeya de Arsenio y su familia y concluyó que todas las palabras que había leído se condensaban en el nombre de Pepa, en sus cuatro letras redondas, tan suaves como abruptas e impredecibles en su secuenciación. Cuando todos prefieren Pepi, ella sorprende con una a final, expansiva y valiente como ella. Pepa rima con ella. En asonante. Y yo que quería dejar de hablar de ella, de Pepa. 

No tuvo otra cosa que hacer un angustiado poeta que comenzar el libro por la última página. Puso entonces sus ojos en el título, lógicamente. Una promesa. ¿Cumplida? Si creemos que las promesas de que pendemos, las importantes para vivir, sólo pueden cumplirlas los que las hacen, diremos entonces que a esta promesa se la llevó el viento; si preferimos pensar que la sangre se puede ocupar de ese asunto (y cuando digo sangre digo universo y voluntad), entonces diremos que la promesa fue cumplida. El angustiado poeta concluyó la novela por donde la había empezado. ¿Por el final? ¿Por el principio? 

La memoria de la sangre es un tema que me fascina tanto como al poeta. Creo que a Pepa también. Su sangre tiene memoria. Lo supe cuando (en esta misma sala) presentaba Hammam, su último poemario. Antes de recitar, buscaba la mirada del guitarrista con ojos de cantaora otro siglo. Este tema interesó mucho a un humanista de oficio que creyó que las criaturas que Pepa ha animado en su novela se aman, se odian y crean sus leyes de interdependencia de la misma forma en que lo hacían los primeros homo sapiens, un grupo de unas doscientas personas del que todos descendemos. Entre ellos había un líder, varios que aspiraban a serlo y muchos que tomaban otro tipo de decisiones, nimias y olvidadas para la historiografía y que Pepa atiende en las babuchas. Por eso el humanista entendió que había leído una novela histórica de gran calado, en la que en cambio apenas se atisba la presencia de un rey trasnochado en la primera etapa de la saga, un líder que aparece diminuto ante Arsenio y ajeno a la realidad de aquellos a quienes gobierna. Fue el apellido lo que hizo volar la imaginación del humanista que leyó esta obra de vida de Pepa Cantarero, esta historia de hombres y de mujeres que buscan, huyen y regresan. 

Finalmente, un periodista podría publicar en su diario una reseña como esta: “Te compraré unas babuchas morunas no es una historia en línea recta, pero tampoco tiene curvas, baches ni otras molestas distracciones. No entras en ningún laberinto: el laberinto te entra en la sangre como una inyección.” Y podría continuar diciendo que con esta novela Pepa da sentido al orden en que se han ido publicando sus anteriores libros, todos poemarios, algo paradójico en una narradora de origen que comenzó la novela mucho antes de plantearse en serio lo de la poesía. “Con la publicación de Te compraré unas babuchas morunas, de Ediciones Carena”, diría el crítico, “Pepa Canterero explica su obra y se explica a sí misma como persona, como mujer y como escribidora de ida y vuelta que disfruta del viaje tanto como del destino.” 

Rafa Núñez
Baños de la Encina, marzo de 2010 

viernes, 20 de febrero de 2015





8 NOU BARRIS Juny 2010 

E N T R E V I S T A 

La literatura es cultiva o arriba la inspiració de sobte? 
Jo sempre he escrit, de ben petita. Sóc una persona molt introvertida i escriure era una forma d'ordenar i explicar coses i sensacions que no verbalitzes. Amb el temps, entres en col·lectius literaris que t'impulsen a publicar. Al principi, poesia. Mai em vaig plantejar publicar, però m'ho van proposar i vaig acceptar publicar el primer llibre. 
Quan li ho van proposar? 
El primer llibre, un poemari, va sortir el 1999. Ja tinc tres poemaris publicats (Cuarteada de olvidos, Conversaciones con el nicho 612 i Hammam). 
És més difícil la poesia que la novel·la? La poesia és un gènere difícil i no m'acaba de convèncer quan la gent em qualifica com a poeta pel fet d’haver escrit tres poemaris i haver fet uns quants recitals. Mai m'he sentit poeta; allò que més m'agrada és el conte, el gè- nere més bonic i alhora més difícil. 
I, després de la poesia, es llança a la novel·la amb Te compraré unas babuchas morunas. He estat més de trenta anys escrivint i reescrivint el llibre. Diguem que l'agafava, el retocava i el tornava a guardar. Va arribar un punt que vaig dirme que no el tocaria més, perquè era una obra que mai s'hauria acabat de retocar. Canviava els capítols, d'una forma i d’una altra. Cada capítol podia ser una història independent i els he anat canviant de lloc. Arriba un punt que el meu editor em pregunta si tinc prosa i em va agafar la història. Això va succeir durant l'estiu de l'any passat i el llibre va sortir el desembre passat. 
On resideix la complexitat d'aquest conjunt de capítols? Ben bé no ho sé, però has de pensar que és la història de tres generacions de dues famílies del sud. No sabia molt bé si volia que sortissin a la llum algunes històries; tenia una espècie de temor d'haver treballat durant tants anys en un llibre que, de cop i volta, surt a la llum. Quan publiques un llibre, ja no et pertany. Hi havia aquests temors a desprendre-me’n. 
Ha tornat a reconèixer com a seu aquest llibre? Ara sí, però al principi de publicar-lo va ser molt curiós, perquè vaig tenir una sensació de fredor. La meva filla em deia que havia d'estar contenta, però jo no volia moure’l gaire per una espècie de rebuig. Actualment estic molt contenta, perquè el reconec i estic molt orgullosa de tocar-lo i de sentir-lo. 
Hi ha moltes dades autobiogràfiques i familiars? Quin llibre no en té? Aquells autors que diuen que en els seus llibres no hi ha dades autobiogràfiques menteixen. Tots els llibres són autobiogràfics, parlis del que parlis. 
En qui s’inspira? El meu llibre està inspirat en la figura del meu avi, que ha estat la persona més important de la meva vida. Quant hi ha de ficció i quant de realitat? Les fronteres són difícils. 
Per què és important el seu avi? Jo, en realitat, em vaig criar amb el meu avi perquè, en venir a Barcelona el meu pare, nosaltres ens vam quedar a casa dels avis. Més enllà d'això, el meu avi era un personatge molt especial i molt contradictori, que podia aixecar moltes polèmiques, però tothom que llegeix la novel·la s'acaba enamorant d'Arsenio. 
Com podem resumir aquest llibre? Qui explica la història és la néta, però no sabem el seu nom perquè intenta acabar amb certa maledicció dels noms duplicats. És una novel·la que explica una història familiar enmig d'un començament de segle XX on es barregen les històries de la mineria i els darrers bandits de Sierra Morena. És un testimoni i un homenatge als morts, perquè a la meva literatura aquests tenen molta importància. 
En quin sentit? Hi ha capítols on els morts expliquen històries i tenen més rellevància. Hi ha converses interessants entre vius i morts, i a vegades són aquests últims els qui diuen les coses més interessants. 

Pepa Cantarero, escriptora 

Per a Pepa Cantarero, "tots els llibres són autobiogràfics". Escriptora, nascuda a Baños de la Encina (Jaén). “Quan publiques un llibre, ja no et pertany” 


Miquel Pellicer





La literatura no solo circula por autopistas, también por caminos forestales: Pepa Cantarero
RESEÑA PUBLICADA EN LA BIBLIOTECA IMAGINARIA http://www.labibliotecaimaginaria.es edición del jueves 17 junio



No recuerdo si era Unamuno aquel que nombraba la intrahistoria, esto es, el hecho de que la historia debiera ser contada a partir de la vida diaria de los ciudadanos de una nación, en lugar de a partir de las grandes gestas de sus gobernantes. Perdón si me equivoco en la cita. Pero en una cosa sí que no me apeo del burro porque no ando muy descaminado, y es en mi afirmación de que el compendio titulado “Te compraré unas babuchas morunas” es un ejemplo de intrahistoria. ¿Y porqué le llamo compendio? Porque no solo es intrahistoria. Es además una novela con trazas (huellas) de autoficción, un ajuste de cuentas con el pasado personal de la autora, un documento catártico en el que ha invertido la friolera de 30 (en letra treinta) años de su vida, que se dice pronto.

Lo de la intrahistoria: la novela retrata las vivencias y vicisitudes de tres generaciones de la familia del personaje que se oculta tras el nombre de “Arsenio el ranchero”, o Arsenio Camacho, abuelo de la escritora, dueño y señor de las vidas de su familia, reputado como un sabio, poderoso como un cacique, temido como un diablo. Sin salir del territorio cerrado y asfixiante, pero mágico, de la inexistente “Jara de la Sierra” en la provincia de Jaén, nos llegarán los ecos del paseo de este personaje desde Orán hasta Brasil, las condiciones en las minas allí y aquí, antes de asentarse en las de aquí, en las de Sierra Morena… La hecatombe de la Guerra Civil con sus piojos, su hambre, sus pérdidas irreparables (recuerdo una definición de estadística: cuando un hombre muere es una tragedia, cuando cien hombres mueren es una estadística). Y es que un solo hombre marca la vida de Ariadna, la madre de la protagonista, y por ende la de todos sus hijos.

Todo es tangencial, no hay un afán por profundizar en nada ni por hacer una radiografía social, pero sí una resonancia nuclear magnética de los sentimientos, y el caso es que sentimientos y entorno social se entrelazan de tal forma que como sin querer todo pasa ante nuestros ojos: el retrato de una España que arranca en el bandolerismo y que derivando en la pérdida de nivel de vida en el campo arroja a sus habitantes a la emigración; el amor reverencial por la tierra que demuestran estas gentes, y que a un lector joven podría sonarle a realismo mágico y no a realismo; la Barcelona del desarrollismo industrial; el costumbrismo secular andaluz reflejado en los ritos mortuorios; la deshumanizada frialdad del estado del bienestar catalán de los 80; Y en paralelo, ya digo, la interioridad diseccionada de los personajes, sus grandezas y sus pequeñas mezquindades, donde tanto como la figura de Arsenio monta la de Ariadna, los dos pesos pesados de la narración.

Así es la vida, intrahistoria, y así es “Te compraré unas babuchas morunas”, puro nervio porque está escrita con las tripas, con el hígado y con el corazón, y quizá por eso se siente real como una bofetada, el lector termina queriendo a los personajes, pero no con la corrección política de alguien que en el salón de su casa lee en pantuflas o en babuchas, no en la forma de “te amo mientras te estoy leyendo y cuando cierre el libro se acabó todo entre nosotros”. Eso queda para las lecturas convencionales, porque estas líneas no se leen, podríamos decir que se viven, casi seríamos capaces de oler el arroz con conejo que se comen la nieta y sus primos en una reunión familiar en la que revuelven el pasado y remueven una vez más en la figura de Arsenio, el abuelo/dios. Pero porque nos da la gana olerlo, porque queremos sentirlo, no porque la autora se meta a describir las volutas de humo del carbón de encina, eso sí que no, porque no hay concesiones ni al estilo, ni a las mínimas reglamentaciones estructurales y formales.

Y ahí ya hablo de “compendio” y eso sin afán despectivo sino descriptivo. “Te compraré unas babuchas morunas” es una creación atípica en su contenido (ya dije al principio que es más que una novela). Y por su puesto en su forma: desde la transcripción literal de una entrevista en la que la escritora interroga a un paisano en torno a la figura de su abuelo), pasando por el cuerpo ficcional puro y duro en el que la autora da forma, literaturiza su memoria para hacerla asequible al lector en forma de narración, y hasta alguna que otra fotografía... O la pieza teatral en la que los intervinientes son Arsenio, su mujer Justina, y un matrimonio entre el que Arsenio como juez que es (hablamos de antes de la Guerra Civil, cuando su republicanismo lo pone en la picota, pero su fama de hombre recto lo libra de la muerte por la mediación de un alcalde que a pesar de ser de derechas media por él), tiene que mediar. Un ejemplo doble: por una parte de “disparate” formal, de otra, cuadro antropológico en lo social que nos muestra las inquietudes, las ansias, y el equilibrio de poderes conyugales de aquel tiempo.

Pepa Cantarero dice en una entrevista que no ha pasado por la universidad. Pepa Cantarero no me suena de nada como autora. ¿Tiene esto importancia? Pues para mí, y en relación a la historia, sí. Porque eso me da idea de que el tremendo “desorden” cronológico y narrativo de este magma en el que uno nunca se pierde por muy liado que esté el ovillo, la febril y visceral inexistente trama nace más de la propia naturaleza de la historia-historia que está narrando. ¿Es fácil contar una historia familiar sin tener que echar mano de las disgresiones? Es consecuencia además, de un lento fraguado que ha llevado treinta años. Uno se da cuenta de que eso no es una milonga, una guinda exhibicionista de la autora, porque se aprecia claramente un pulso oscilatorio que transita desde la rendida admiración hacia el abuelo, que deriva hacia la petición de que rinda cuentas, y que termina en el juicio a su memoria. Y no, no es el escorzo, el punto de inflexión formal de una autora universitaria que en las aulas vio la luz y que una mañana se levanta y mojando la magdalena en el café se dice “voy a escribir algo a lo Luis Martín Santos”.

La verdad es que a estas alturas de la reseña no sé si todo lo que he dicho observa una mínima coherencia. Pero debe entender que no estamos hablando de un producto manufacturado, de una operación mercadotécnica, de una obra hecha para contarse y venderla muy bien, si no de una sopa liofilizada. Como en una sopa de sobre, aquí todo cobra cuerpo al leerse. Los sufrimientos se nos hacen cercanos (la autora se ha saltado el mandamiento que dice que el autor debe tomar distancia respecto del texto para hacer justo lo contrario). ¿Cómo es posible que un ente tan cercano como una familia de pueblo de la Andalucía profunda se nos transforme en una saga comparable a los Buendía? ¿Será porque da voz a los muertos, los pone a dialogar con los vivos…? A decir verdad lo único que sé es que la escritora tampoco se puso babuchas para escribirla. Ha transitado con botos camperos por la narración, no le importó que sus pasos resonaran como los ruidos que siempre acechan en la parte alta de la casa grande, y le ha salido una novela o lo que sea, llamada a perdurar en la memoria del lector.
PUBLICADO POR JOSÉ CRUZ CABRERIZO