Mostrando entradas con la etiqueta otros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta otros. Mostrar todas las entradas

jueves, 15 de junio de 2023

Serpiente negra







La serpiente despierta miedos y fobias en personas que la asocian a los vicios y al mal, quizá influenciados por la “mala reputación” que le otorga la leyenda bíblica

No así en algunas culturas donde se les ofrece culto y ritos Los mismos griegos la consideraba símbolo de conocimiento, sanación, lealtad y astucia. En Grecia las consideraban diosas del hogar y guardianas de la salud. Los mayas veneraban a Cuculkan, un dios serpiente emplumado

. En algunos lugares de África, a la pitón se la ha considerado como animal sagrado y podríamos seguir.

El significado espiritual, nos invita a la renovación, al cambio de patrones inservibles. Nos avisa de que dejemos aparcadas las trabas que nos ponemos para lograr lo que queremos.

El mundo onírico es rico en interpretaciones. Una de ellas hace referencia a que si ves una negra, es un aviso de que hay personas a nuestro alrededor que quieren hacernos daño. Yo no vi en sueños a la serpiente negra (porque era negra). Me salió al paso.

Dicen que en un tatuaje significa renacimiento/ valentía / audacia / transformación / sabiduría/ intelecto, voluntad y resiliencia…

A mí me fascina la belleza de sus movientes sinuosos y elegantes, su sensualidad, magia y misterio.

¿A estas alturas te tatuas?, me pregunta. Pues sí, precisamente ahora.


sábado, 24 de diciembre de 2022

El adiós de Serrat, el nano de Poble Sec

 


Ayer, en un Palau Sant Jordi a rebosar, el nano de Poble Sec, nos dijo adiós. Un concierto donde Serrat intentó pasar de la tristeza de toda despedida para que gozáramos todos de la fiesta. Dijo que se iba sin lágrimas, pero yo no logré que los míos se me llenaran de agua con algunas de sus canciones porque Serrat es mi juventud, la de aquella joven que:  Se reventó sobre su pecho en un seiscientos verde y abollado, bebiendo cubatas en botella y gritando por la ventanilla: “Nací en el Mediterráneo, nací en el Mediterráneo…” Él me miraba triste y con voz de tomillo y barro me preguntaba: “¿Qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti?” Y yo que era libre como el viento y que me gustaba tutearme con las nubes, no cuadraba en sus sonetos para perderme lo más cerca posible del terciopelo de su mirada. Desde entonces le llevo prendido en mi pelo, en mi alma, en mi vientre y en mis ojos.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Recorrido por Las Casas de las Aguas



 El recorrido por las casa de las aguas de Montcada i Reixac y el depósito de la casa de Trinitat Nova, es francamente interesante. En el 1914 la ciudad de Barcelona sufrió una epidemia de tifus .que se cobró muchas vidas, por lo que se tuvo que renovar todo el sistema de suministro y las condiciones higiénicas. Y para abastecer a una ciudad que crecía y crecía, el ayuntamiento decidió construir una central de extracción y bombeo de las aguas del Besós.

La casa de las aguas de Montcada i Reixac, construida entre los años 1915 y 1919 es un recinto ajardinado que consta de la Sala de Control, Sala de Máquinas, Sala del Maquinista y la Sala de los Pozos, la más espléndida y. de estilo Modernista con barandas y lámparas de hierro forjado y bellos adornos de trencadís (fragmentos de azulejos) tan característicos del modernismo y que tanto utilizó Gaudí, el genio irrepetible.










Las casas de las aguas de Trinitat Nova y la de Trinitat Vella unidas por un túnel; depósito de almacenamiento donde se le daba el tratamiento con cloro para hacerla potable y conducirla hasta el casco antiguo de Barcelona. Fue uno de los primeros edificios construidos con hormigón armado en Barcelona. Impresiona recorrer esas galerías que un día albergaron 

10 000 metros cúbicos. 

viernes, 15 de marzo de 2019

Centro Ocupacional Sinia


Dido, la reina norteafricana, hija del rey Mutto y Eneas, hijo de la diosa Afrodita vivieron una trágica historia pasional. Ellos quisieron amarse para siempre pero los dioses —siempre autoritarios— tenían planes para el héroe de la guerra de Troya. Así que el obediente Eneas abandonó a Dido para cumplir la misión que le tenían enconmendada.

A Dido —humillada y muy ofendida— no se le ocurrió otra cosa que darse muerte con la espada que le había regalado su amante.

Esta sería a grandes rasgos la historia de una corta pasión y fallida historia de amor que el poeta Virgilio recreó en la Eneida. Siglos después el compositor Purcell compuso la ópera Dido y Eneas.Una de las más importantes del Barroco.  

Dicho esto, el pasado miércoles el Centro Ocupacional Sinia nos ofreció una versión de la ópera de Purcell "Fino y Eneras" interpretada por los usuarios del centro. Personas con capacidades diferentes.

Carlos Defente / Lorena Ibáñez / Laura de José / Joan Miró / Israel Noguera / Montserrat Segarra / Jaume Solé y Faustino Vidiella.

Ocho piezas musicales dirigidas por Juanjo Grande. Violín: Laia Besalduch. Trombón: Guillem Boltó y la mezzosoprano: Montserrat Beltral

Emoción y disfrute es lo que sentimos todos —la sala de Santa Mónica estaba repleta— ante esta original e infrecuente representación musical. ¡Bravo!










domingo, 10 de marzo de 2019

Dones Combatives

Interesantísima tertulia la de esta mañana en la Masia de la Guineueta, convocada por las "Dones Combatives de Nou Barris", reivindicando el 8M. Dos horas y algo de intervenciones sobre temas tan candentes y preocupantes como: los procesos migratorios, campos de refugiados, derechos de las mujeres, patriarcado y otros.
Colectivos de mujeres de todas las nacionalidades que trabajan incansables hasta conseguir una sociedad justa e igualitaria para todas.


sábado, 9 de marzo de 2019

Otro 8 de marzo

Cuando estemos juntas en serio, dice Connie a mi pregunta de cuándo dejaremos de salir las mujeres a la calle cada 8 de marzo. ¿Cuándo no hará falta conmemorar "El día internacional de la mujer"?





Ayer, en Barcelona, las mujeres volvimos a tomar las calles. Mujeres de todas las edades y nacionalidades.  Consignas, música, cánticos y gritos de ¡BASTA YA! nos unieron a todas. Y a todos!!!

sábado, 25 de noviembre de 2017

Sesión de Yoga

Nada mejor para una tarde de sábado que una hora de Yoga para serenar
la mente
 y el espíritu
 
 
 
 
Tarde de Yoga y meditación
 

 
Para terminar la sesión, el link del mantra de Amor incondicional.
 
https://youtu.be/d7nPK5gsCWk

domingo, 1 de marzo de 2015

Susan Sontag: símbolo de su tiempo

                 





En la década de los sesentas, Susan Sontag era uno de sus símbolos, se le admiraba, entonces, por su rebeldía, por su audacia intelectual, por su oposición a la guerra de Vietnam. En los años siguientes enfrentó el cáncer y luego escribió otro libro sobre el sida. El 28 de diciembre pasado se cumplieron 10 años de su muerte. Elena Poniatowska asegura (a mí no me consta) que Jean-Paul Sartre la llamó “la mujer más inteligente de Estados Unidos”. Fue, en su momento, (y eso a todos nos consta) la intelectual más famosa de su tiempo.
A pesar de la simpatía y el prestigio, siempre discrepé de sus planteamientos de teoría literaria que explicita en el célebre ensayo que da título a su libro: “Contra la interpretación”. Como no es novela policiaca, creo que puedo sintetizar los argumentos. En resumen, esas páginas son un alegato en contra del realismo y a favor de las corrientes artísticas de esos años, en particular, el abstraccionismo y el arte Pop, pero sobre todo un intento de rebatir los postulados sobre arte de Marx, Freud y Sartre.
Primero evoca épocas en que el arte era rito, como lo demuestran las pinturas rupestres, que, como es de sobra conocido, se han interpretadocomo mágicas por atrapar al animal que se va a cazar en su representación en las cuevas. No sobra decir que esas pinturas eran las preferidas y fuente de inspiración del arte moderno, como se puede corroborar en la figura emblemática de Picasso que las amaba.
Al conjeturar Platón que los objetos ordinarios, las cosas, eran reflejo del topus uranus, (mundo de las ideas, trascendente, de arquetipos) derivó el concepto del arte como mímesis o imitación, y, al decir de Sontag, a partir de esa concepción se colocó el arte a la defensiva. En vez de sólo existir, diría Sontag, se le obligó a justificarse. Según Platón, la cama en una pintura, piensa Sontag, es menos útil que la cama real que al menos sirve para dormir en ella. Se plantea, considera Sontag, el valor del arte. Aristóteles, con la catarsis, le daba a la tragedia la capacidad de purgar emociones peligrosas, vale decir, al menos, un valor medicinal.
Platón, argumenta Sontag, lleva consigo la separación del contenido (lo esencial) de la forma (lo decorativo o accesorio). Para la ensayista estadounidense, ni la crítica ni los artistas de hoy suponen que el arte sea imitación, pero incluso aunque aceptan que es expresión subjetiva, concluyen que el arte dice algo, y con ello le otorgan la primacía al contenido lo que es “un fastidio” y conduce a la necesidad de interpretar: qué dice el arte. Interpretar es, al decir de Sontag, traducir.
En este momento, creo, Sontag se va por otra vertiente, la de la interpretación alegórica de la Biblia. El cantar de los cantares deja de ser el canto erótico “que es” y se convierte (interpretado alegóricamente) en el diálogo entre Cristo y su Iglesia. Para ella, este procedimiento ocurre porque al sentir la necesidad de no desechar textos antiguos, el intérprete, con la finalidad de conservarlo, lo altera mediante la interpretación.
Si confiamos en lo dicho por ella, la interpretación alegórica era al menos respetuosa del texto; “Marx, en lo social, y Freud, en lo individual, no lo son”. La interpretación es asfixiante y “reaccionaria” (sic). Según ella, se trata de la hipertrofia del intelecto a expensas de la capacidad sensorial. Invita, pues, a sentir y no interpretar el arte. Exagera tanto esta postura que más adelante se ve obligada a advertir que no considera al arte inefable, es decir, que no se puede decir nada de él.
Se niega a que algunos lectores vean El castillo de Kafka como una alegoría religiosa, K. intentaría ingresar al castillo, pero Dios le niega la entrada; la interpretación social es que el burocratismo soviético le niega el acceso; la versión freudiana es que K., el hijo, ve en el castillo la representación del padre, etcétera. (Teóricos posteriores a Sontag han postulado la polisemia del arte, vale decir la posibilidad de interpretar un texto de diversos modos, sin que una interpretación invalide otras presentes o futuras. (Polisemia significa muchos significados).
Critica enseguida a los artistas que aseguran que su arte tiene un significado social (tal vez Tennessee Williams, Jean Cocteau) o psicológico (Ingmar Bergman). Y cito: “Es más, los dramas de Williams y las películas de Cocteau son defectuosas, falsas, forzadas, faltas de convicción precisamente en la medida en que sugieren tan portentosos significados”.
El arte actual, imagina, tal vez podría verse como una huida de la interpretación. El arte abstracto desaparece el contenido y el Pop art lo muestra tan ostentosamente que no importa. Dos maneras de sacarle la vuelta a ser víctimas de la interpretación. Y entonces pasa lista a una serie de obras que han sido rechazadas por su contenido: la obra de Pound o Intolerancia, de D. W. Griffith. Obras rechazadas por su contenido. (Pound fue acusado de traición a la patria por sus programas radiofónicos invitando a los soldados a abandonar el ejército aliado y a unirse a los fascistas, estos programas fueron la causa de su encarcelamiento y no, que yo sepa, sus poemas). (Defiende Sontag a Intolerancia (1916), de Griffith, la cual, a pesar de su pacifismo se juzga conservadora y un intento de resarcir su paso en falso anterior, cuando fue acusado de racista por El nacimiento de una nación (1915) en la cual se postula la supremacía blanca y el Ku Klux Klan es el salvador en contra de un negro. Todo mundo ha señalado que esta superproducción del cine mudo es grandilocuente y ostentosa en cuanto a su forma). En el fondo Sontag responde a Sartre, quien decía que él excluía del arte las obras que tuvieran un contenido fascista y si no recuerdo mal se refería a Pierre Drieu La Rochelle.
Luego, el ensayo concluye exigiendo: “una mayor atención a la forma en el arte”. Y pone varios ejemplos de la crítica deseable, la de Roland Barthes a Robbe-Grillet; el ensayo “la cicatriz de Ulises”, que forma parte de Mímesis de Auerbach (por cierto dedicado al realismo como su título indica). Acaba con una frase insuperable y sin duda sugerente: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos, una erótica del arte”.
Ciertamente, el mismo Barthes señala que la crítica literaria nace de las explicaciones o lecturas de la Biblia. La lectura alegórica, que es la propiamente interpretativa, y la de la verdad en hebreo, la fidelidad al texto, a la palabra escrita. Es obvio que ahí la interpretación trata de justificar el texto bíblico, porque ya no es sostenible en contraposición con la verdad científica, esa interpretación según Marx, es completamente ideológica, trata de justificar el texto, como afirma Sontag, de salvarlo. Pero no todas las interpretaciones cojean de ese pie. (Y Marx mismo descalifica explícitamente este tipo de interpretación)
Sontag, la pintura abstracta y la CIA
En los sesentas no lo sabía nadie, (aunque había rumores que alimentaron los diarios) hoy es completamente conocido que la CIA, la central de inteligencia estadounidense, fue el principal impulsor del arte abstracto, tanto así que un ex funcionario de esa agencia, Donald Jameson, ha llegado a bromear diciendo: nosotros inventamos el expresionismo abstracto.
Impulsamos ha confesado en entrevista para la televisión británica Tom Braden, a la cabeza de la agencia en esos años, a Rothko, Pollock, De Kooning y Motherwell, vale decir el New American Painting, también llamada Escuela de Nueva York o Expresionismo Abstracto. El objetivo era, en palabras de Donald Jameson al diario The Independent: “El expresionismo abstracto era el tipo ideal para mostrar lo rígido, lo estilizado, estereotipado que era el realismo socialista de rigor en Rusia”. No lo hizo la CIA sola, le ayudaron el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Whitney, el Chase Manhattan Bank de Nelson Rockefeller.
Se organizan dos grandes exposiciones, Masterpieces of The Twentieth Century (Obras maestras del silgo XX) en 1952 y Modern Art in the United States (Arte moderno en los Estados Unidos) en 1955. El programa, creado en 1950, lleva por título Congreso por la libertad de la cultura. ¿Les suena? El de Puerto Rico en los cincuentas en que los jóvenes Fuentes y Cuevas aparecen en Life en traje de baño. o el de Octavio Paz en Televisa en los ochentas. De paso, se trataba de pasar la hegemonía cultural de París a Nueva York.
¿Lo sabían los artistas? Obviamente no. De repente, dicen muy divertidos y no arrepentidos, los de la CIA se vieron convertidos en artistas de enorme fama, aunque ignoraban, como se dice ahora, la mano que mecía la cuna. Eran, además, buenos pintores, sin duda. Pollock incluso se confiesa discípulo de Siqueiros. Tampoco lo sabía Sontag, lo que no obsta para que su ensayo “Contra la interpretación” lleve dos epígrafes, uno de Wilde y otro de De Kooning, por más señas expresionista abstracto. El primero dice: “Sólo los no superficiales juzgan por la apariencias; el misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”. Marx y Freud son los investigadores de lo invisible. Para Marx, vemos la fachada del edificio lo (ideológico), pero ignoramos lo que lo sostiene, los cimientos (la economía). Para Freud, el consciente no es lo verdadero, es igualmente su justificación; lo profundo, lo real, lo verdadero es el inconsciente, lo sumergido. Ambos, pues, postulan que hay que indagar lo invisible: los cimientos y el inconsciente, que no se ven.
Al epígrafe de Wilde se une el de Willem de Kooning: “El contenido es un atisbo de algo, un encuentro como un fogonazo. Es algo minúsculo, minúsculo: contenido”.
Obviamente Sontag desconocía el proyecto de la CIA que hoy está perfectamente documentado en el libro, de Frances Stonor Saunders con el título original de Who Paid the Piper? CIA and the Cultural Cold War o The Cultural Cold War: The CIA and the World of Art and Letters (para su distribución en EU) y traducido como La CIA y la guerra fría mundial.
Hay que recordar que documentos confidenciales anteriores de EU, hoy desclasificados revelan que Nelson Rockefelller sostiene que hay que conquistar culturalmente a México para evitar una revolución comunista y que para eso hay que luchar contra la novela de la revolución mexicana y los muralistas. Para eso envía en la década de los sesentas a José Gómez Sicre y a la revista Life, el primero organiza concursos de pintura abstracta; la segunda, de literatura fantástica.
Hoy todo es formalismo en los estudios literarios y la hermenéutica ha recibido, para desgracia de la Sontag y de todos nosotros, un segundo aire.

Carmen Galindo

martes, 3 de febrero de 2015

Gil de Biedma




NO VOLVERÉ A SER JOVEN



Que la vida iba en serio 
uno lo empieza a comprender más tarde ­
como todos los jóvenes, yo vine 
a llevarme la vida por delante.



Dejar huella quería 
y marcharme entre aplausos ­
envejecer, morir, eran tan sólo 
las dimensiones del teatro.



Pero ha pasado el tiempo 
y la verdad desagradable asoma: 
envejecer, morir, 
es el único argumento de la obra.

J. GIL DE BIEDMA

viernes, 16 de enero de 2015

Rapún, el amante esquivo de Lorca



Nacho Sánchez y Daniel Grao en la ficticia prisión de Santander en que evocan a García Lorca. 
Foto: Marcos Gpunto
Escenarios  TEATRO

Alberto Conejero se rebela contra el cliché apuntalado en torno a Rafael Rodríguez Rapún: 'el amante esquivo que atormentó a Lorca'. La piedra oscura, que se estrena este miércoles en el María Guerrero, es el fruto de una prolongada investigación sobre su figura.
ALBERTO OJEDA 



Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, / tigre y paloma, sobre tu cintura / en duelo de mordiscos y azucenas.” El cliché que las décadas han ido cimentando es el siguiente: Federico García Lorca desesperaba por Rafael Rodríguez Rapún, doce años más joven y también más disperso e indolente. El estudiante de ingeniería de minas alternaba en sus lances amatorios a diversas mujeres con el poeta granadino. De ahí el desgarro de los Sonetos del amor oscuro, enfebrecidos por la falta de correspondencia sentimental con que condenó a Lorca. Ese tópico se desmorona en La piedra oscura, texto dramático acuñado por Alberto Conejero, que se estrena este miércoles (14) en el María Guerrero, bajo dirección del argentino Pablo Messiez e interpretado por Daniel Grao y Nacho Sánchez.

Conejero ha dedicado varios años a tirar del hilo biográfico de Rapún, contando en este empeño con un aliado clave: su hermano Tomás, que todavía vivía cuando inició las pesquisas. Con él se entrevistó en varias ocasiones. Se lo ganó rápido para su causa. Bastó decir que su propósito era trascender la consabida etiqueta:
Rapún, el amante de Lorca'. Aquellas charlas y su perseverante inmersión en archivos y bibliotecas han volteado el enfoque de la historia: “En algunas biografías se ha mostrado a Rafael como una mera causa de sufrimiento para Federico, por las dudas e infidelidades del muchacho', sin aventurar siquiera qué supuso para Rapún su relación con Lorca. ¿Cómo se transforma la vida de un joven que se convierte en el compañero de uno de los mayores poetas universales? ¿Cómo soporta alguien toda esa inmensa luz y todas esas sombras?La relación, en sus tres años de duración, atravesó todas las dificultades de su práctica clandestinidad. En ese abismo, Rapún estaba mucho más expuesto y desprotegido que Lorca”.

El autor de La piedra oscura intenta ofrecer una visión más matizada de la relación: “Hay que ir más allá de la manida estampa de un Federico lloroso por los desplantes de Rafael. Reducir una relación tan intensa y compleja a ese retrato es faltar a la verdad. Porque también fueron el uno para el otro, razón de alegría, compañeros de caminos teatrales y literarios,
leales camaradas', como le escribía Federico. Esos caminos teatrales fueron los que recorrió La Barraca, la compañía trashumante dirigida por Lorca y en la que Rapún ejerció como secretario, actor, regidor, chófer... Conejero le coloca en primer plano, después de décadas velado por el eclipse lorquiano: “Aunque sus poemas están perdidos, en sus papeles quedan huellas de su trato con Neruda, Aleixandre, Altolaguirre... No sólo fue el compañero de Federico (por esto ya merecía toda atención) sino testigo privilegiado y lúcido intérprete de aquella generación”.

Todo ese bagaje lo destila en esta obra, que parte de una situación ficticia para desencadenar toda su verdad. Un truco narrativo que Conejero justifica citando a Mayorga: “El dramaturgo puede y debe subordinar lo real a lo verdadero”. La verdad histórica es que Rapún, enrolado ya en el ejército republicano, murió en agosto del 37 en un hospital militar de Santander, tras ser alcanzado por la aviación italiana. Conejero lo encierra también en un hospital militar, pero en las cercanías de Santander, en una zona ya tomada por los nacionales. Le custodia así un soldado del ejército franquista, lo que le permite al autor encender la dialéctica.

Rapún sufre un trauma emocional lacerante. Se siente culpable por la ejecución de Lorca, que no se marchó de España porque él no estaba dispuesto a acompañarle. Aunque Conejero le redime, claro. Los responsables únicos fueron los facciosos cavernarios que le prescribieron café con pólvora. “Es injusto limitar el perfil de Rapún a esta circunstancia. El año que sobrevivió a Federico, luchó por la democracia y por los ideales republicanos. No se dejó matar, como se ha apuntado en ocasiones. Es un final que puede resultarle atractivo a algunos, un colofón romántico y sentimental. Pero la verdad es que Rafael, que era un hombre roto y lleno de fantasmas, murió luchando por la República”, sentencia.

miércoles, 7 de enero de 2015

Literatura



Y he confirmado que han pasado los años y, como diría el poeta, la verdad desagradable sigue asomando: la literatura es una sinfonía de cuervos, hoy perdidos en el mafioso centro de la selva fúnebre de su industria. Con tal estado de cosas, nada tan comprensible como un escritor de gran talento anunciando la semana pasada que se va: "Fui atrapado por todo este engranaje editorial, por todo este mundo que no podía imaginar cuando publiqué mi primer libro".
La reciente decisión de Lobo Antunes me recordó el día en que Bufalino, tras haber publicado varios libros después de Perorata,decidió regresar al silencio y habló del paisanaje cargante que había visto circular por la pista de su aventura siniestra. "No quiero seguir entre esos miserables, esa gente es terrible", afirmó después de que se armara en Italia un ingrato conflicto por un premio que le había sido otorgado. Para entonces, el panorama para Bufalino se hallaba ya saturado de resentidos o de simples estúpidos. Y aquélla fue la gota que desbordó su paciente vaso. "No debí nunca acceder a publicar", debió de pensar el escritor. Y su decisión de apartarse fue el comienzo de "una vida desnuda, un círculo de días previstos, ya para siempre a las puertas de la noche", pero también el sabio retorno a una escritura en sigilo, y en el fondo el regreso a una vida mucho mejor. Si venía de convivir con un orfeón de cuervos, ahora al menos recuperaba el encanto de las mañanas. Volvían las rosas, el café, el sol, la ventana abierta, el sueño de no haber publicado nunca, la alegría del inédito.
ENRIQUE VILA-MATAS

domingo, 4 de enero de 2015

A mí, Rosa, tampoco me gusta la gente mala ni fea

Gente mala y fea  (Rosa Montero)


Yo suelo escribir bastante sobre la buena gente. Y no sólo escribo: pienso a menudo en ella. Cuando aprieta la zozobra, cuando abrir un periódico te araña el corazón, cuando te enteras de alguno de los horrores que suceden por el mundo, como la reciente matanza de niños cometida por los talibanes, consuela recordar que hay muchísimos individuos maravillosos que nunca salen en las noticias y a quienes no prestamos atención. Pero existen, de eso no tengo duda. Vivo en la certidumbre de que la mayoría de los humanos son razonablemente buenos.
Sin embargo, hoy me han entrado ganas de hablar de los malos. Y no de los completos monstruos, de los psicópatas, de los criminales, de los fanáticos; no hablo de la perversión monumental y sin paliativos de los talibanes, o de los que queman vivas a sus mujeres, o de los que ordenan torturar salvajemente a un preso, o de quienes, como Blasco, exconseller de Cooperación y Solidaridad de la Generalitat Valenciana, roban el dinero donado con generosa urgencia por los ciudadanos para socorrer a los damnificados del terremoto de Haití (esa también es una manera de matar). No. Me refiero a los malos insidiosos y mezquinos, a los malos mediocres pero feroces en su cobarde medianía. Y me temo que ese tipo de gente abunda más que el malvado monumental.
Un día llegué a casa de una amiga y encontré que su puerta había sido manchada con violentos brochazos de pintura verde chillón. Vive en una casa antigua del centro de Madrid, un edificio popular, con muchos vecinos, añosos y supuestamente afables en su mayoría. Pues bien: la presidenta de la comunidad, una mujer todavía joven, había mandado un escrito protestando por una nimiedad contra uno de los vecinos, con la intención de recoger firmas en su contra. Mi amiga, que no tenía nada que reprocharle a ese hombre, no firmó. Al día siguiente, todas las puertas de quienes se abstuvieron, que fueron unos cuantos, aparecieron marcadas con ese color verde vómito, como las puertas de los egipcios de la Biblia. En fin, hace falta ser muy vándalo, muy descerebrado y muy cobarde para actuar así. Y, además, hace falta ser malo.

Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina
Las comunidades de propietarios parecen fomentar estas furias locas, esta animosidad estúpida y dañina: no es el único caso que conozco de batallas campales entre vecinos. Y suceden cosas aún peores; de hecho, este artículo se me ocurrió tras leer un acongojante comentario que dejó en mi Facebook Gema Martínez González, a raíz de un texto mío de EL PAÍS en el que hablaba de los muchos ancianos discapacitados que no pueden salir de sus casas porque viven en pisos altos sin ascensor. Gema escribió: “Yo soy enfermera y voy a sus casas, les llamamos ancianos confinados porque podrían salir a la calle si tuvieran ascensor, pero quedan encerrados en sus pisos; y en mi barrio se da otra circunstancia, hay portales en los que la comunidad pone el ascensor con llave y el que no paga (porque no tiene dinero para hacerlo) no tiene llave, yo he ido a hacer visitas a un anciano y el vecino, al saber al piso que iba, ¡no me ha dejado subir con su llave!”. No me digan que no es el más perfecto y desnudo ejemplo de la crueldad imbécil: una comunidad entera coaligada para impedir que un pobre viejo pueda pisar la calle. Es decir, condenándolo a una cadena perpetua hasta la muerte, sin juicio, sin defensa y sin apelación. En verdad repugnante.
Me pregunto si todos esos vecinos serán igual de malos, o si habrá uno o dos energúmenos en la escalera empeñados en prohibirle el ascensor al anciano y los demás se limitarán a seguir la corriente dominante; y no por miedo a represalias concretas, sino por pereza y cobardía moral. Porque, pensándolo bien, ahora se me ocurre que la mayor parte de la gente quizá no sea buena, sino amorfa, volátil cual pluma en tormenta. Y que, por egoísmo y debilidad, se adapta a lo que haya. Quizá incluso la mayoría de los individuos prefirieran ser buenos; pero lo primero que escogen es no meterse en líos, sin saber que ése es el mayor lío posible, el error fatal que arruinará sus vidas, como explicó tan bien Martin Niemöller en su celebérrimo poema: “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista (ni socialdemócrata, ni sindicalista, ni judío…). Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Por eso es tan importante el clima ético de un país, por eso son tan importantes los líderes de opinión, los modelos sociales, el ejemplo de los dirigentes, la moral pública: para fomentar la rectitud en el corazón de los tibios y minimizar la aparición de la gente mala, tonta y fea.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Escribir



                    escribir

                               para decir el grito
                               para arrancarlo
                               para convertirlo
                               para transformarlo
                               para desmenuzarlo
                               para eliminarlo
                               escribir el dolor
                               para proyectarlo
                               para actuar sobre él con la palabra


Chantal Maillard, Matar a Platón

jueves, 11 de diciembre de 2014

Carson McCullers



Lo terrible, en mi caso, es que durante mucho tiempo no he sido más que un Yo. Todo el mundo forma parte de un Nosotros, salvo yo. Si uno no forma parte de un Nosotros, se siente verdaderamente demasiado solo. (Carson McCullers)
Si uno piensa en Carson McCullers, y uno debería habitualmente pensar en Carson McCullers, siempre se imagina a una adolescente, una niña adulta lúcida y fascinante. En su momento lo fue, pero la Carson en la que más tarde se convirtió tiene mucho y nada que ver con esa imagen: era una mujer enferma, tan enferma que escribir era al mismo tiempo un martirio y la única razón por la que superarse cada día, porque si había algo que Carson deseaba de veras era sobrevivir, y la escritura estaba fuertemente ligada a su propia supervivencia: pero para escribir debía sufrir unos dolores terribles. Sí, es cierto que la literatura de McCullers no necesita de justificaciones para ser admirada, desde luego se trata de una de las escritoras con más talento, pero no hay que obviar los esfuerzos físicos que Carson debía afrontar cada vez que quería dedicarse a aquello para lo que había nacido.
La vida y la historia de los grandes nombres de la literatura siempre están salpicadas de controversia, y en este caso no podía ser de otro modo, el personaje lo pide a gritos: no solo por ser temida y admirada, sino por ser verdaderamente particular —ambigua, terca y extravagante… contradictoria. Pero antes de empezar a hablar de lo que para los demás era Carson, hablemos de sus libros, sus personajes, su imaginario sudista, caracterizado por el hedonismo, la imaginación, la pereza y, sobre todo, la sensibilidad.
Cuando pienso en Carson McCullers, y habitualmente pienso en Carson McCullers, suelo equivocarme y recuerdo a Frankie; para mí, uno de sus personajes más memorables. No hay manera de deshacer a una de la otra, empezando por el conflicto con el nombre: Lula Carson y Frankie dan paso a Carson McCullers y F. Jasmine, y de ahí, de esa doble imagen de sí mismas, empiezan a brotar la polémica y las dudas, la confusión, el paso de la adolescencia a la madurez. Ambas quieren ser adoptadas, quieren pertenecer a otra tribu, ser miembro de (la boda de un hermano, por ejemplo): sus heroínas están cargadas, asumen la carga de Carson; de ahí, probablemente, de esa manera de desembarazarse de sus propios conflictos, de ahí la necesidad de seguir escribiendo a pesar de que su cuerpo se niegue a ponérselo fácil. Si Lula no puede ser Frankie, tendrá que ser Lula todo el tiempo: y eso es mucho peso para una persona como Carson.
Bailarina, pianista, lectora… Escritora
Cuando digo que McCullers era, sobre todo, una persona sensible, no me refiero únicamente a la sensibilidad emocional, sino también la artística. A través de sus cuentos podemos ver claramente qué cosas gustaban a Carson, qué cosas le desagradaban, de qué injusticias quería hablar, y es en su ficción donde encontramos a la más real de las Lulas: que quiso ser concertista de pianos podemos verlo gracias a sus cuentos, que en muchas ocasiones tienen la música como eje. También quiso ayudar a la economía familiar bailando, pero su padre le dijo, amablemente: «cariño, cuando crezcas, lo comprenderás todo mejor». Pero es probable que Carson jamás creciera lo suficiente para comprender ese tipo de cosas que una adolescente no puede comprender. Tocar el piano era una de las principales actividades de Lula Carson, cuando aún no se había convertido en la escritora McCullers, y una gran fuente de consuelo: a menudo el arte tenía que ver con su estabilidad.
Pero una neumonía con complicaciones a los quince años (que no resultó serlo y necesitaron treinta años para darse cuenta de que era una crisis de reumatismo articular agudo) y su convalecencia dan testimonio de la primera vez que Carson cambió de idea: sustituiría el piano por la escritura, se había decidido, quería dedicarse a la literatura. Por eso, cuando debe trabajar en lugares comunes, ordenados, disciplinados pero poco creativos, se siente tan frustrada. No deberá, de todos modos, tomar parte de la vulgaridad laboral. Con quince años, no son muchos los adolescentes que pueden elegir entre los diferentes dones que creen poseer, pero Carson Smith era excéntrica, rara, y estaba condenada a comunicarse a través del arte. Ya por entonces Carson empieza a ser, y no dejará nunca de serlo, una «rara muchacha con nombre masculino, a la que le gusta vestirse de hombre impulsada por un deseo más o menos consciente de travestirse».

Reeves McCullers, un narrador
Claro que tuvimos momentos felices, pero fueron precisamente esos momentos los que lo hicieron todo más difícil. Si Reeves hubiese sido un hombre enteramente malvado, habría sido un alivio para mí, pues habría podido dejarle sin librar tantos y tan duros combates. (Carson McCullers)
En 1935 ocurrió algo que cambiaría para siempre la vida de Carson, incluido el nombre y el apellido: conoce aReeves McCullers, el que será su esposo. El flechazo es inmediato y el trágico final de la pareja aún queda lejos. Reeves quiere ser escritor pero le falta talento, a pesar de ser un gran narrador y acaparar la atención de todos cuando está contando alguna anécdota; Carson, en cambio, aún no es demasiado consciente de su vocación, pero tiene lo que su marido tanto anhela: la gracia para escribir. Ambos hacen un trato, una vez casados, para poder equilibrar la vocación y la vida práctica: durante un año, se dedicarán a escribir alternamente, y solo aquel que consiga salir airoso económicamente de la prueba, lo hará de manera continuada. Pero Reeves jamás tendrá la oportunidad de intentarlo, porque enseguida ambos se dan cuenta de que si en la pareja habrá un escritor, será Carson. La frustración que le supone a Reeves este descubrimiento es interminable y, probablemente, uno de los motivos de su suicidio, o el principio de una depresión que lo acapara todo. Carson, por entonces, empieza a sumergirse en lo que pronto será su modus operandi: las iluminaciones. Trabajando en sus personajes se da cuenta de que hay un momento en que sucede la iluminación, que es una especie de dictado que cambia el destino de sus personajes: es un fulgor, un destello que convierte a un hombre sin problemas en un sordomudo.
Mi comprensión es solo fragmentaria. Comprendo a los personajes, pero la novela en sí permanece en un estado de indefinición. La clave aparece a veces como por azar, en esos instantes que nadie, menos el autor, puede comprender. Instantes que, en mi caso, se dan generalmente tras un gran esfuerzo. Revelaciones que son la bendición del trabajo. Toda mi obra se ha escrito así. (Carson McCullers)
Reeves y Carson habían acordado alternar dos años de escritura que no se llevarán a cabo para él, y ahí empieza lo que después se convertirá en el funcionamiento de la relación: son dos amigos que llegan a acuerdos, en los que uno de los dos amigos cede —y este acostumbra a ser siempre Reeves. Para Carson, su marido es su doble, pero en bondadoso. Clarice Lispector decía que un escritor debía llevar una vida casi burguesa, porque su tarea le supone demasiado esfuerzo y dedicación, y en esta pareja de buenos amigos, uno malo y otro bueno, la burguesía intelectual sale a flote, y Reeves llegará a quejarse de que Carson descuida la casa: algo inusual para una mujer. También era inusual en una mujer la vestimenta y el comportamiento de Carson, y todo aquello que le pareció simpático cuando la conoció se le volvió en contra. Como dice Josyane Savigneau en la biografía de CIRCE, «en ese matrimonio, el escritor es ella».
Carson y la sexualidad
Su ambigüedad no era solo física, y no solo desconcertaba por su nombre masculino y su manera de comportarse: también sexualmente se ha dudado de ella. Aunque muchos afirman rotundamente que era homosexual y otros todo lo contrario, la sensación que se tiene tras leer con detenimiento su vida es que Carson amaba la belleza (una belleza subjetiva, no física) y el talento, y no le importaba si el poseedor de ambas cualidades era un hombre o una mujer. El sexo, en sus novelas, siempre está ligado a la vergüenza, a la repulsión, a la perfidia y a la violencia, escribe su biógrafa, y no se descarta que el amor que sentía Carson por ambos sexos fuera un amor infantil, inocente. Así, aparecen esas mujeres-fantasmas, esos amigos imaginarios conseguían desestabilizar al matrimonio; entre ellas, Katherine Anne Porter, Erika Mann o Annemarie Clarac-Schwarzenbach.
Finalmente, los McCullers dejan de ser marido y mujer, pero quedarán para siempre unidos, porque en algunas parejas la separación les une más que la convivencia, como en el caso de Carson y Reeves. Había una atracción que los repelía y los reclamaba constantemente, y Carson amó siempre a Reeves aunque es más que evidente que no eran compatibles. Pero entonces ocurre lo impensable: que el marido se convierte en el teniente McCullers y desde el centro de entrenamiento Camp Forrest le escribe una carta absolutamente tierna a Carson, que pronto adoptará con placer el rol de esposa de la guerra, de esperante. Precisamente porque en la distancia no deberán convivir, Carson y Reeves vivirán a través de la correspondencia un amor indestructible, tierno y puro, que no quedará manchado y roto por la vida diaria. En las cartas, Reeves es un hombre dócil y atento, dispuesto a hacer por Carson todo cuanto ella desee: parece que sí, que es el gemelo bueno, frente a la caprichosa y adolescente Carson. Esa es la imagen que muchos de los que la conocieron tienen de ella, que es la actitud un poco insolente pero sensible que tiene Frankie en la novela; Carson, además, debe combatir no solo contra su excesiva personalidad, sino también contra su enfermedad, que no la abandonará hasta el día de su muerte. Pero el narrador y la escritora están enamorados uno del otro, y Reeves conoce «ese pájaro salvaje que a veces se adueña» del corazón de Carson y la respeta y la acompaña, y es mucho más fácil ahora acompañarla, desde el ejército. Carson y Reeves vuelven a casarse, y cuando le preguntan a él por qué vuelve a hacerlo, dice que se ha casado de nuevo con ella porque cree que todos son abejorros, y que Carson es la reina de las abejas.
Iluminaciones, fulgor nocturno
Aunque esos dictados parecen magia, lo cierto es que Carson es una trabajadora incansable y una lectora voraz.
He hecho un pacto conmigo misma: tener acabada esta monstruosa historia el 15 de marzo. Esta mañana he estado trabajando varias horas. Pero es ese tipo de trabajo que el menor patinazo puede estropear. Algunas partes las he corregido al menos veinte veces. Tengo que acabar pronto y sacarme esto de la cabeza, pero, al mismo tiempo, tengo que conseguir que sea algo hermoso, muy bien hecho. Pues, al igual que para un poema, esa es su única justificación. Desde este punto de vista, la lectura de Henry James es un tanto desalentadora. […] Yo pensaba en lo muchísimo que le debo a Proust. No ya porque haya «influido en mi estilo» ni por nada similar, sino por la dicha de saber que existe algo que uno siempre puede tomar como referencia, un gran libro que jamás perderá su esplendor, que, por muy familiar que resulte, por mucho que se relea, jamás parecerá aburrido. (Carson McCullers)
Carson extrae material literario de sí misma, y su propio tejido emocional, tan variado y con tantos matices, consiguen perfilar a los personajes que habitan en sus cuentos y novelas. Si se lee la biografía después de haber disfrutado de toda su obra, se irán encontrando por aquí y por allá constantes referencias a su propia vida: el amor por la música, el alcoholismo, los sentimientos que Reeves despierta en ella, su propia transformación en otra persona en la madurez. Todo forma parte de Carson y de su obra, y por eso gran parte de lo que la escritora fue aparece en sus personajes. Su hermana Rita afirma que, «de todos los personajes creados por Carson McCullers, el que, según sus padres y amigos, se le asemeja más es Frankie: adolescente vulnerable, tan exasperante como atrayente, siempre en busca de su “nosotros”».
Enfermedad
Carson deberá volver a familiarizarse con los hospitales tras sufrir un aborto natural, aunque en su autobiografía se empeña en culpar a su madre, que la obliga a deshacerse de un hijo. No se sabe muy bien por qué Carson tendía a inventar parte de la realidad, qué conseguía con ello, ni en qué medida era consciente de su mentira, o si era su manera de combatir su propia circunstancia. En cualquier caso, no deja de haber versiones y versiones sobre un mismo hecho, incluso sobre su relación con Reeves hay una manera fría de contar, en cartas, sus sentimientos, mientras sus hechos se empeñan en contradecirla o, cuanto menos, poner en cuarentena su verdad. Pero, a pesar de todo, y con todo me refiero a su mala salud, Carson continúa adelante y concentra toda su energía en su obra: en los guiones de sus novelas, en su éxito, en las opiniones de los demás. Odiada y admirada, siempre. Sin investigar mucho, por autores como Arthur Miller, que dice haber leído y disfrutado de algunas de sus historias pero no recuerda ningún título: era, bajo su criterio, una autora menor y por eso le dedica su indiferencia y su mala memoria. Era experta en despertar animadversión, lo cual hacía que su talento fuera, para los demás, algo molesto. ¿Por qué iba a ser tan complicado admirar a Carson siendo un conocido suyo, sino por lo que opinaban de ella como persona y no como escritora? La pequeña Faulkner no deja de ponerse trabas, y los demás aceptan estas trabas para no tener que reverenciar el excelente trabajo que lleva a cabo, el gran retrato que hace de la sociedad sureña.Pero todo cuanto Carson puede ser queda anulado por su enfermedad, que le impide ser, para bien y para mal, todo lo que desea ser. Lo más importante: le dificulta la escritura y en más de una ocasión siente que su propia cura debe pasar por avanzar en su historia, pero se ve incapacitada físicamente. La frustración y la desesperación que despierta en ella la enfermedad es más de lo que Carson puede aceptar. Necesita crear, y hacerlo con cierto nivel, utilizar todo su talento para su obra, pero el dolor la paraliza demasiado. El final de su vida queda demasiado marcado por esta circunstancia, que todos ven como espectadores. «El dolor prácticamente jamás se apiada de mí», escribe Carson, y en 1948 intenta suicidarse cortándose las venas. Queda ingresada en un centro psiquiátrico que la destruye, porque su médico considera la escritura una neurosis en sí, pero McCullers se niega —renegar de su condición de escritora sería como hacerlo de su identidad. Entre ella y quienes la rodean intentan creer que la enfermedad es psicosomática, y en realidad, ojalá lo hubiera sido.
Confío en que sus futuros biógrafos no pretendan hacerla pasar a la posteridad toda vestida de blanco o con una aureola. Carson era una perra, y no quiero que aparezca como un ángel. (Robert Walden)
Todo cuanto yo pudiera decirle acerca de ella podría ser negado por cualquier otra persona, y ambos testimonios serían igualmente ciertos. Carson era el ser más angelical del mundo, y al mismo tiempo el más infernal, el más odioso de los demonios. (Arnold Saint Subber)
En la salud y en la enfermedad
Carson quiere ser capaz de escribir, sin embargo, «tanto en la enfermedad como en la salud pues, de hecho, mi salud depende casi completamente de mi posibilidad de escribir». Después de que en 1953 Reeves se suicide en un hotel parisino, y teniendo en cuenta que la enfermedad y la parálisis del cuerpo le impiden tener vida más allá de la escritura, Carson pone un único objetivo en su vida: seguir creando para seguir sobreviviendo. Así, las últimas páginas de su biografía giran en torno a la figura de su médico, Mary Mercer, y sus dudas sobre si amputarse la pierna inválida o no, sobre su dolor y su literatura. Al principio decía que la calidad de Carson McCullers es incuestionable y lo sería aunque hubiera sido una persona sana, pero además no lo fue. El 15 de agosto de 1967, Carson sufre un nuevo ataque cerebral: después de superar un cáncer de mama y de más operaciones de las que cabe imaginar, finalmente McCullers entra en coma. El ataque le ha paralizado todo el lado derecho, es decir, el bueno, y sabiamente su cuerpo decide no despertar más a Carson: sin el lado bueno, todo su cuerpo, dispuesto para la escritura, le resultará inútil.
Carson era justo lo opuesto una persona suicida. Lo opuesto a una mujer quejumbrosa, autocompasiva. Era… sí… una escritora magnífica, un ser magnífico. Una naturaleza. Una persona. Eso es lo que hay que comprender. (Mary Mercer)