domingo, 1 de marzo de 2015

Susan Sontag: símbolo de su tiempo

                 





En la década de los sesentas, Susan Sontag era uno de sus símbolos, se le admiraba, entonces, por su rebeldía, por su audacia intelectual, por su oposición a la guerra de Vietnam. En los años siguientes enfrentó el cáncer y luego escribió otro libro sobre el sida. El 28 de diciembre pasado se cumplieron 10 años de su muerte. Elena Poniatowska asegura (a mí no me consta) que Jean-Paul Sartre la llamó “la mujer más inteligente de Estados Unidos”. Fue, en su momento, (y eso a todos nos consta) la intelectual más famosa de su tiempo.
A pesar de la simpatía y el prestigio, siempre discrepé de sus planteamientos de teoría literaria que explicita en el célebre ensayo que da título a su libro: “Contra la interpretación”. Como no es novela policiaca, creo que puedo sintetizar los argumentos. En resumen, esas páginas son un alegato en contra del realismo y a favor de las corrientes artísticas de esos años, en particular, el abstraccionismo y el arte Pop, pero sobre todo un intento de rebatir los postulados sobre arte de Marx, Freud y Sartre.
Primero evoca épocas en que el arte era rito, como lo demuestran las pinturas rupestres, que, como es de sobra conocido, se han interpretadocomo mágicas por atrapar al animal que se va a cazar en su representación en las cuevas. No sobra decir que esas pinturas eran las preferidas y fuente de inspiración del arte moderno, como se puede corroborar en la figura emblemática de Picasso que las amaba.
Al conjeturar Platón que los objetos ordinarios, las cosas, eran reflejo del topus uranus, (mundo de las ideas, trascendente, de arquetipos) derivó el concepto del arte como mímesis o imitación, y, al decir de Sontag, a partir de esa concepción se colocó el arte a la defensiva. En vez de sólo existir, diría Sontag, se le obligó a justificarse. Según Platón, la cama en una pintura, piensa Sontag, es menos útil que la cama real que al menos sirve para dormir en ella. Se plantea, considera Sontag, el valor del arte. Aristóteles, con la catarsis, le daba a la tragedia la capacidad de purgar emociones peligrosas, vale decir, al menos, un valor medicinal.
Platón, argumenta Sontag, lleva consigo la separación del contenido (lo esencial) de la forma (lo decorativo o accesorio). Para la ensayista estadounidense, ni la crítica ni los artistas de hoy suponen que el arte sea imitación, pero incluso aunque aceptan que es expresión subjetiva, concluyen que el arte dice algo, y con ello le otorgan la primacía al contenido lo que es “un fastidio” y conduce a la necesidad de interpretar: qué dice el arte. Interpretar es, al decir de Sontag, traducir.
En este momento, creo, Sontag se va por otra vertiente, la de la interpretación alegórica de la Biblia. El cantar de los cantares deja de ser el canto erótico “que es” y se convierte (interpretado alegóricamente) en el diálogo entre Cristo y su Iglesia. Para ella, este procedimiento ocurre porque al sentir la necesidad de no desechar textos antiguos, el intérprete, con la finalidad de conservarlo, lo altera mediante la interpretación.
Si confiamos en lo dicho por ella, la interpretación alegórica era al menos respetuosa del texto; “Marx, en lo social, y Freud, en lo individual, no lo son”. La interpretación es asfixiante y “reaccionaria” (sic). Según ella, se trata de la hipertrofia del intelecto a expensas de la capacidad sensorial. Invita, pues, a sentir y no interpretar el arte. Exagera tanto esta postura que más adelante se ve obligada a advertir que no considera al arte inefable, es decir, que no se puede decir nada de él.
Se niega a que algunos lectores vean El castillo de Kafka como una alegoría religiosa, K. intentaría ingresar al castillo, pero Dios le niega la entrada; la interpretación social es que el burocratismo soviético le niega el acceso; la versión freudiana es que K., el hijo, ve en el castillo la representación del padre, etcétera. (Teóricos posteriores a Sontag han postulado la polisemia del arte, vale decir la posibilidad de interpretar un texto de diversos modos, sin que una interpretación invalide otras presentes o futuras. (Polisemia significa muchos significados).
Critica enseguida a los artistas que aseguran que su arte tiene un significado social (tal vez Tennessee Williams, Jean Cocteau) o psicológico (Ingmar Bergman). Y cito: “Es más, los dramas de Williams y las películas de Cocteau son defectuosas, falsas, forzadas, faltas de convicción precisamente en la medida en que sugieren tan portentosos significados”.
El arte actual, imagina, tal vez podría verse como una huida de la interpretación. El arte abstracto desaparece el contenido y el Pop art lo muestra tan ostentosamente que no importa. Dos maneras de sacarle la vuelta a ser víctimas de la interpretación. Y entonces pasa lista a una serie de obras que han sido rechazadas por su contenido: la obra de Pound o Intolerancia, de D. W. Griffith. Obras rechazadas por su contenido. (Pound fue acusado de traición a la patria por sus programas radiofónicos invitando a los soldados a abandonar el ejército aliado y a unirse a los fascistas, estos programas fueron la causa de su encarcelamiento y no, que yo sepa, sus poemas). (Defiende Sontag a Intolerancia (1916), de Griffith, la cual, a pesar de su pacifismo se juzga conservadora y un intento de resarcir su paso en falso anterior, cuando fue acusado de racista por El nacimiento de una nación (1915) en la cual se postula la supremacía blanca y el Ku Klux Klan es el salvador en contra de un negro. Todo mundo ha señalado que esta superproducción del cine mudo es grandilocuente y ostentosa en cuanto a su forma). En el fondo Sontag responde a Sartre, quien decía que él excluía del arte las obras que tuvieran un contenido fascista y si no recuerdo mal se refería a Pierre Drieu La Rochelle.
Luego, el ensayo concluye exigiendo: “una mayor atención a la forma en el arte”. Y pone varios ejemplos de la crítica deseable, la de Roland Barthes a Robbe-Grillet; el ensayo “la cicatriz de Ulises”, que forma parte de Mímesis de Auerbach (por cierto dedicado al realismo como su título indica). Acaba con una frase insuperable y sin duda sugerente: “En lugar de una hermenéutica, necesitamos, una erótica del arte”.
Ciertamente, el mismo Barthes señala que la crítica literaria nace de las explicaciones o lecturas de la Biblia. La lectura alegórica, que es la propiamente interpretativa, y la de la verdad en hebreo, la fidelidad al texto, a la palabra escrita. Es obvio que ahí la interpretación trata de justificar el texto bíblico, porque ya no es sostenible en contraposición con la verdad científica, esa interpretación según Marx, es completamente ideológica, trata de justificar el texto, como afirma Sontag, de salvarlo. Pero no todas las interpretaciones cojean de ese pie. (Y Marx mismo descalifica explícitamente este tipo de interpretación)
Sontag, la pintura abstracta y la CIA
En los sesentas no lo sabía nadie, (aunque había rumores que alimentaron los diarios) hoy es completamente conocido que la CIA, la central de inteligencia estadounidense, fue el principal impulsor del arte abstracto, tanto así que un ex funcionario de esa agencia, Donald Jameson, ha llegado a bromear diciendo: nosotros inventamos el expresionismo abstracto.
Impulsamos ha confesado en entrevista para la televisión británica Tom Braden, a la cabeza de la agencia en esos años, a Rothko, Pollock, De Kooning y Motherwell, vale decir el New American Painting, también llamada Escuela de Nueva York o Expresionismo Abstracto. El objetivo era, en palabras de Donald Jameson al diario The Independent: “El expresionismo abstracto era el tipo ideal para mostrar lo rígido, lo estilizado, estereotipado que era el realismo socialista de rigor en Rusia”. No lo hizo la CIA sola, le ayudaron el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Whitney, el Chase Manhattan Bank de Nelson Rockefeller.
Se organizan dos grandes exposiciones, Masterpieces of The Twentieth Century (Obras maestras del silgo XX) en 1952 y Modern Art in the United States (Arte moderno en los Estados Unidos) en 1955. El programa, creado en 1950, lleva por título Congreso por la libertad de la cultura. ¿Les suena? El de Puerto Rico en los cincuentas en que los jóvenes Fuentes y Cuevas aparecen en Life en traje de baño. o el de Octavio Paz en Televisa en los ochentas. De paso, se trataba de pasar la hegemonía cultural de París a Nueva York.
¿Lo sabían los artistas? Obviamente no. De repente, dicen muy divertidos y no arrepentidos, los de la CIA se vieron convertidos en artistas de enorme fama, aunque ignoraban, como se dice ahora, la mano que mecía la cuna. Eran, además, buenos pintores, sin duda. Pollock incluso se confiesa discípulo de Siqueiros. Tampoco lo sabía Sontag, lo que no obsta para que su ensayo “Contra la interpretación” lleve dos epígrafes, uno de Wilde y otro de De Kooning, por más señas expresionista abstracto. El primero dice: “Sólo los no superficiales juzgan por la apariencias; el misterio del mundo es lo visible, no lo invisible”. Marx y Freud son los investigadores de lo invisible. Para Marx, vemos la fachada del edificio lo (ideológico), pero ignoramos lo que lo sostiene, los cimientos (la economía). Para Freud, el consciente no es lo verdadero, es igualmente su justificación; lo profundo, lo real, lo verdadero es el inconsciente, lo sumergido. Ambos, pues, postulan que hay que indagar lo invisible: los cimientos y el inconsciente, que no se ven.
Al epígrafe de Wilde se une el de Willem de Kooning: “El contenido es un atisbo de algo, un encuentro como un fogonazo. Es algo minúsculo, minúsculo: contenido”.
Obviamente Sontag desconocía el proyecto de la CIA que hoy está perfectamente documentado en el libro, de Frances Stonor Saunders con el título original de Who Paid the Piper? CIA and the Cultural Cold War o The Cultural Cold War: The CIA and the World of Art and Letters (para su distribución en EU) y traducido como La CIA y la guerra fría mundial.
Hay que recordar que documentos confidenciales anteriores de EU, hoy desclasificados revelan que Nelson Rockefelller sostiene que hay que conquistar culturalmente a México para evitar una revolución comunista y que para eso hay que luchar contra la novela de la revolución mexicana y los muralistas. Para eso envía en la década de los sesentas a José Gómez Sicre y a la revista Life, el primero organiza concursos de pintura abstracta; la segunda, de literatura fantástica.
Hoy todo es formalismo en los estudios literarios y la hermenéutica ha recibido, para desgracia de la Sontag y de todos nosotros, un segundo aire.

Carmen Galindo

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