martes, 21 de agosto de 2018

Volver a Cazorla

 Pasear por Cazorla de noche y encontrarte con detalles cuanto menos curiosos:

puertas con grifos

bolsas de basura colgandas de picaportes o con cuerdas en los balcones 

Una iglesia abierta e iluminada de  madrugada. Entrar y no tener prisa por salir sugestionada por el olor a incienso y una música sacra que parecía saliera de las profundidades de las paredes

Imagen muy deficiente de las ruinas de la Iglesia de Santa María, al parecer el único templo de Europa construído encima de una bóveda que canaliza al río Cerezuelo, que corre por su interior para continuar su recorrido al aire libre. Se dice que un diluvio arrasó la ciudad taponando la bóveda e inundando la iglesia arrasando gran parte de la misma. Los restos del templo te dan una idea de la grandiosidad de otro tiempo.



No se pierda la Noche mágica de Cazorla y La Iruela, dice el cartel donde la bruja con escoba incluída y su inseparable gato, destaca entre las, ruinas de Santa María, el castillo de la Yedra, el de La Iruela y la Bóveda del río Cerezuelo. Yo hice este recorrido  a las horas sangrantes del mediodía porque estas propuestas para turistas me producen rechazo y porque me niego a montarme en un trenecito rodeada de papás y abuelos que reconocen que haberlas haylas y niños que saben que una escoba en manos de una mujer sirve para diversos menesteres excepto para volar

 
Castillo de La Yedra iluminado


A pocos km de Cazorla La Iruela nos recibe un  mediodía de mucho sol. Buscando las sombras de las calles llegamos hasta el castillo árabe-medieval que surge de una roca. Impactados por la grandiosidad del entorno nos adentramos.

Justo al lado del castillo, nos detenemos a contemplar las ruinas del templo de Santo Domingo (siglo XVI) para admirar su antiguo esplendor antes de ser incendiado por las tropas francesas en el 1810. Aún se pueden ver restos de nichos ya que en un tiempo fue usado como cementerio.
Y antes de finalizar el recorrido, nos sentamos a reponer fuerzas en las gradas del anfiteatro de estilo griego, para salir de este entorno de aún guarda los impresionantes resquicios de una época lejana.

Y como no hay castillo que no tenga su leyenda y su encantada... 


Castillo de La Yedra  y la leyenda de la Tragantía

Cuando las tropas cristianas se acercaban a conquistar Cazorla, el rey moro que habitaba el castillo decidió abandonarlo pero por temor a que los alcanzaran en el camino y pudieran ultrajar y esclavizar a su hermosa hija, la escondió en el sótano secreto del castillo con la idea de volver a buscarla cuando los cristianos se fueran. Le dejó lámparas de aceite y provisiones para un tiempo y cerró la entrada con una gran losa. El rey y sus soldados fueron abatidos y con ellos el secreto. Al poco tiempo la princesa se quedó sin víveres y sin luz, y la humedad que rezumaban las paredes era tan extrema que una mañana al levantarse comprobó como sus extremidades inferiores se habían unido, alargado y cubierto de escamas. Aterrada ante la metamorfosis profería terribles lamentos, aterrorizando a los habitantes del castillo y del pueblo. Una vez transformada en tragantía la princesa cantaba en las noches esta canción:

Yo soy la Tragantía

hija del rey moro,
el que me oiga cantar
no verá la luz del día
ni la noche de San Juan.

Y los niños de Cazorla se van a la cama antes de  medianoche para evitar que se cumpla la amenaza y los devore el monstruo.



Castillo de La Iruela: Rosaura la bella Encantada
Don Rodrigo y doña Elvira, los dueños del castillo de La Iruela estaban comprometidos pero una de las muchas tardes que Don Rodrigo iba a beber agua de la hondanada del Arroyo del Hocico, se enamoró de una lavandera de gran belleza llamada Elena. Pronto corrió la voz de estos encuentros y para acallar los rumores tuvo que desposarse con doña Elvira. Elena huyó al campo para ocultar su deshonra y allí crío a su hija Rosaura hasta que una enfermedad arrasó con su vida. Cierto día, don Rodrigo escucha una conversación en la fuente y descubre que Rosaura es su hija. Habla con su mujer y le dice que va en su busca y, con el consabiente disgusto de la misma, la lleva a vivir al castillo. Al poco tiempo nace un gran amor entre padre e hija, pero él tiene que partir a una contienda y ya no volverá. Una noche, doña Elvira acompañada de su fiel sirvienta Tarsilia, una mujer dada a los hechizos, dan a Rosaura un bebedizo y la conducen hasta la fuente donde su madre lavaba. Tarsilia, usando sus maléficas artes, la hechizó. Cuentan los vecinos de Cazorla que, en la oscuridad de la noche, Rosaura vaga por las calles y plazas, y quien se la encuentra a su paso, asombrado por tanta belleza ya no vuelve.

Me voy de Cazorla hechizada  y con el próposito de volver en breve

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