El sol quiso ser protagonista de una tarde en la que el tiempo de siglos le contaba a la mujer —mientras la guiaba por pasadizos de pizarras— que las huellas se niegan a desdibujarse.
El Rumblar, celoso del sol y de las pizarras, la tentó a compartir un abrazo de agua
La mujer, invadida de sensaciones y sugestionada por la grandiosidad del entorno, experimenta lo sublime
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