Alguien le dijo que la vida es maravillosa y ella, en su inocencia, lo creyó. Quizá ese alguien lo hizo para evitarle la tragedia de una tarde. Nadie le dijo que la vida es un recorrido más o menos corto en el que tienes que andar en la cuerda floja: unos se despeñan a la mitad y otros se aferran a la idea de llegar al final con los ojos cerrados.
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