sábado, 14 de mayo de 2016

De vuelta de Menorca, la isla donde el viento tiene su casa

Frío y aire nos han acompañado por ese periplo (en moto y a pie) de belleza abrupta y salvaje. Por los acantilados inquietantes, en las playas casi desérticas en esta estación; pero sobre todo, en el Monte Toro, el punto más alto de la isla. 358 metros de altura, donde no nos quitamos ni los cascos a causa del viento helado.

 Uno de los mejore días fue descubrir y recorrer el poblado Talayótico de Torre  d`en Galmés, el más grande de la isla, 6 hectáreas (finales del Bronce y a lo largo de la Edad del Hierro). Un recorrido por  taulas, dólmenes y navetas funerarias, santuarios que permanecen en pie desafiando a los siglos y a las inclemencias y, donde no me habría importado quedarme un tiempo.    






O la necrópolis de Cales Coves  donde los  acantilados acogen innumerables cuevas, lugar de culto durante mucho tiempo por los hippies. 




No fuimos con la idea de hacer senderismo, pero acabamos haciéndolo por esos “Camíns de Cavalls” que cercan la isla. Caminos de tierra y piedras que martirizan sin piedad los pies.





13 km. entre ida y vuelta para llegar a Cala Turqueta, mientras pensaba que al menos se mereciera unas fotos, porque sino… Y vaya si mereció el esfuerzo.



Llegar hasta Cala Morell, y creer que estás pisando un paisaje lunar es todo uno.  Mezcla de rocas de diferentes colores, donde destacan enormes y redondas piedras granates,  y sus 14 cuervas de enterramiento, junto a otras pequeñas cavidades que según dicen se utilizaban como tumbas para  niños.


SaCova d`en Xoroi, gruta de impresionantes dimensiones, colgada en un acantilado desde donde  se puede contemplar las inigualables puestas de sol menorquinas; lugar obligado tanto de día (para tomar una copa) como de noche (que se convierte en una sala de baile). Xoroi guarda entre sus rocas una hermosa leyenda de amor, que cualquier día contaré.





 Kilómetros y kilómetros para llegar a calas vírgenes, sin bares ni hoteles, y por toda compañía, la gaviota de turno en busca de comida. Bastaba abrir el macuto y sacar algo comestible para tenerla al lado. Igual que las avispas en el campo al olor de algo que llevarse al estómago.









Binibequer
Recorrer los estrechos callejones, la arquitectura de casas y tejas blancas, sus sorpresivos rincones,  me llevó a exclamar ¡Es el pueblo más bello que he visto en mi vida!








Volver a Menorca y a sus calas: En Forcat, en Brut, Turqueta, Macarelleta y Macarella, Cala en Porter, Cala Blanca, Cala Tirant, Cala Galdana… Es un propósito.

         


















































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