viernes, 1 de mayo de 2015

Carne sin lava







Y los deseos no responden. Quieren, lo intentan pero el cuerpo no está receptivo, sincronizado con ellos. Andan por calles que no confluyen. Los deseos lucha contra la laxitud, recurren a la mente, ella, ella es la que tiene que actuar, pero su esfuerzo es vano, se dispersa en otras cosas, tantas, que sus órdenes no surten eficacia. La evidencia de derrota anula el impulso de los instintos por sobrevivir. El fracaso habla con voz agria. Una desolación similar al paso de un tsunami, da lugar a la aridez. Anuncia lo inevitable.
La cuantía de lo dejado, es irrecuperable. Se abre un foso. Lo primero es encubrir todo lo que nos negamos a ver. El foso irá ganando profundidad, confinado entre sus paredes opresivas, todos los posibles. El amargor de no haber sabido gestionarlos, de no haber aprovechado el tiempo álgido, es demoledor.

Ya no habrá más gritos, quizá algún susurro. Carne sin lava.

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