domingo, 29 de marzo de 2015

Presentación de El ladrón de corazones hembra




Presentación de El ladrón de corazones hembra, en el Ateneu Barcelonés



Buenas tardes, estamos aquí, en esta preciosa sala, para presentaros al ladrón de corazones hembra, el quinto libro de pepa Cantarero. Su trayectoria literaria es polifacética y nos muestra una nueva cara en cada publicación; la poética emerge en tres de sus producciones: Cuarteada de olvidos, Conversaciones con el nicho 612, y Hamman. Después da el salto a la novela con Te compraré unas babuchas morunas, donde nos adentramos en las vidas de una saga familiar sureña marcada por la magia y la tragedia. Y el quinto elemento es El ladrón de corazones hembra, que aúna relatos-cuento dentro de un universo recurrente, Jara de la sierra, el lugar común de su anterior novela.

La autora juega, una vez más, con los géneros y con sus fronteras. Desde la posmodernidad las demarcaciones genéricas son escurridizas pero si además hay una voluntad de hibridación, el reto descriptivo se convierte en absurdo. En el ladrón encontramos trece títulos que acogen cuentos, monólogos interiores, relatos, epístolas, incluso acotaciones teatrales. El espíritu lúdico corre por la estructura de las páginas como un fuego fatuo que no quiere dejarse atrapar.

Cada relato podría ser autónomo pero las historias se conectan a través de los comentarios de otros personajes,  las distintas voces se interrelacionan en una red textual o testimonial que da coherencia a la obra, aunque no con una intención totalizadora sino todo lo contrario, se abren fisuras. El lector ha de cubrir lagunas, recoger indicios, volver atrás, atar los hilos que se enredan creando nudos en el espacio de la narración. Desatarlos o no, queda en sus ojos.

 Los seres de papel se inmiscuyen, se ocultan, reaparecen en escena, subvierten el espacio de su cuento. Algunas historias se amplían o deforman con los comentarios y chismorreos de las comadres: Séptima, Sabina, Facunda y Cándida. Que cumplirían la función del coro del teatro clásico, pero disfrazadas de cotillas y trasladadas a la plaza del pueblo. Son también una buena representación de la polifonía bajtiniana. Pero las comadres no son las únicas que participan con sus voces y sus diferentes formas de mirar el mundo. Pues otros personajes como el Loco, Frida, La Nena o el Mentidero-versión masculina del corifeo- también dialogan sobre los sucesos que acaecen en el micro-cosmos sureño, Jara de la sierra.

La procesión de personajes es un rasgo común en la escritura de Pepa, múltiples voces  y conciencias convergen sin fusionarse formando un mosaico fragmentario. Son seres-puente que no se resignan a ser contados por otros. Seres que se mueven en la frontera de la palabra propia y ajena.

Las voces de la enunciación se manifiestan desde diferentes focos. El discurso se ordena o se desordena según diferentes estrategias donde confluyen la visión parcial de un testigo, el libre fluir de conciencia del monólogo interior, la acción directa del diálogo, incluso la omnisciencia de un narrador realista. Con esta riqueza de puntos de vista se liquida cualquier instancia narrativa superior que ordene el mundo desde un foco único. Ni siquiera el narrador omnisciente está en un lugar hegemónico y privilegiado respecto a los otros sino que su visión es una interpretación más.

Este juego me recuerda al estilo de Henry james, el maestro del multiperspectivismo y de la ambigüedad. Otro rasgo característico en la escritura de la autora. Esa construcción de la tensión dramática, esos sucesos extraños, siniestros que se escapan a la lógica racional, ese clima de incertidumbre que provoca el desconcierto en el lector. Y que no se resuelve al final de la narración sino que se enfrenta a otra vuelta de tuerca. Esto lo vemos en: La tía vestida de novia y la yedra, la vieja del balcón, la mujer golondrina, Mandrágora mortecina y la tumba vegetal.

En la vieja del balcón:

  Miro instintivamente para arriba. El balcón ha desaparecido. Me tropiezo con algo, es la jaula con la puerta abierta. Los pájaros, como siempre, quietos, muy quietos. Meto la mano dentro y cojo el de los tonos verdes, al mero contacto, se desmenuza y las plumas se esparcen por el suelo. Aterrorizada, lo lanzo lejos. (p.71)

¿Qué más elementos sugerentes conforman esa atmósfera líquida en la que nos adentramos al leer sus textos?

Otro de ellos es sin duda la importancia de los nombres. Ese signo, esa marca  identitaria que acompaña a la persona más allá de la muerte. El poder evocador de los nombres propios despierta la memoria y activa nuestro pasado como historia. Es la cristalización de nuestra corporeidad, como diría Roland Barthes: “es un objeto precioso, comprimido, embalsamado que es necesario abrir como una flor”. La escritora asigna nombres a sus seres de papel, los lectores exploran y descifran su significado. En el ladrón de corazones hembra confluyen los antropónimos fuertes como: Fausto, Berta, Marco, Séptima, Facunda…con nombres máscara, tras los que se ocultan, la nena y el loco, o personajes denotados solo por una letra del alfabeto, que penden de un hilo-letra como: A., L. y M. En esa lucha entre presencia y ausencia para no convertirse en el homérico Nadie, que escapa de la tragedia pero también de su rasgo distintivo.

En el relato Sesiones de cine de verano, un escritor juega con la materia de su vida, la desdibuja, la recrea, superpone los planos de la ficción y la realidad, cambia los nombres pero los personajes reales e imaginarios se confunden, y se ve obligado a entrar en su propia trama, atravesando los contornos de la irrealidad cuando un personaje va en su busca y le recrimina su derecho a la intimidad. Aunque después adopta el nombre que le asigna el escritor, como propio, substituyendo al real.

- Señor Herrera, ¿me escucha?
- ¿Perdone?
- Reconozco que mi petición no es muy lógica. Tampoco quiero que piense que voy
   por la vida concertando citas con escritores.
- ¿Eso le preocupa mucho?- le pregunta con un deje de cinismo.
- Pues no demasiado, la verdad. Cuando decidí ponerme en contacto con usted, no
   fue un capricho. Yo soy Eva.
- ¿Usted es Eva?
- Mejor dicho, Lucía. La Eva de su novela. Puesto que lo único que tuvo en cuenta fue
  cambiar los nombres. Menos el de Carlos. (p.87)

Es un relato curioso donde se defiende el estatuto de ficcionalidad y se plantea la autobiografía como desfiguración, parece que en cualquier momento el irónico escritor fuera a decir. Pero así como afirmamos que todos los textos son autobiográficos, por idéntica razón, ninguno lo es o puede serlo”. [i]

i. P. de Man, “La autobiografía como des-figuración” en La retórica del romanticismo, Akal, 2007, p. 149


 Antes de finalizar quiero mencionar una triada recursiva en Pepa Cantarero, la pasión, la muerte y la locura. Que en este caso se dan forma en los cuentos: Pasaje frío, Mientras regaba las azaleas y el naranjo, lloraba, La mujer golondrina, Los mil silencios y Ella no le tenía miedo a la muerte.

Dentro del espacio simbólico, esta triada se manifiesta a lo largo del libro con la presencia de las flores. La exuberancia vegetal trepa por los muros que separan la vida y la muerte, las pulsiones entre eros y tánatos respiran en el naranjo, en las azaleas, en las orquídeas, en los lirios, en las flores secas. La naturaleza se presenta como un protagonista más, se humaniza. Es motivo de amor-odio entre los personajes. Sobre todo hay dos momentos en los que la yedra y el naranjo son detonantes de la narración, seres muy vivos que crujen, gritan y parecen respirar. En la tía vestida de novia:

 Y entonces fue cuando vi a la yedra…reptar cobarde entre su larga cabellera, abrazándole el cuello como una serpiente vegetal. Se escondió traicionera al captar que la había descubierto… (p.10)

En mientras regaba las azaleas y el naranjo:

 Preocupaica estoy Loco, hace tiempo que veo triste al naranjo. La tristeza del naranjo, Frida, es la más misteriosa de las tristezas. Las raíces tiemblan dolientes, escupen el agua turbia de la mano generosa y amante que lo riega y, los demás árboles no quieren relación con ellos. Lo sé, por eso mimo y acaricio su tronco, le quito las hojas amarillentas que es donde primero se instala la melancolía. (p.22)

El loco, despliega su sabiduría, sus conocimientos florales en varias ocasiones. Les cuenta a la Nena y a Crescencio las historias y los significados de las flores en diferentes culturas.

La vida y la muerte se retan las piezas, bajo la forma de plantas carnívoras voraces que como cazadoras de querencias luchan por arrastrar a su terreno a quien se atreva a poseerlas.

Cuando tuve el libro en mi poder descubrí que el título tiene el mismo nombre que uno de los 13 relatos.

¿Por qué El ladrón de corazones hembra es el nombre del relato escogido? ¿Por qué éste y no cualquier otro como la mujer golondrina o la cuna y el reloj de péndulo? No sé qué llevó a la autora a decidirse por este en vez de otro, lo que sí creo después de leerlo es que es el que mejor define el temperamento del libro. Aúna el multiperspectivismo que gravita en los otros cuentos, con el misterio que envuelve al personaje y a las circunstancias de su vida; no escamotea información histórica, casi enciclopédica, que luego encarnará el Loco a través de los relatos, y sobre todo, sugiere, apunta, seduce sin concluir.

A la manera de los grandes cuentistas nos deja espacios vacíos para imaginar:

“Nadie sabe qué fue de la muchacha de pelo largo y tan negro como el de Terrible, la de los ojos sesgados, la destinataria de los secretos inasibles de Fausto.” (p.35).

Condensa en seis páginas el germen que contiene esta miscelánea literaria. Tal vez, este argumento sea fruto de una mala lectura, una licencia poética, una lectura interesada para concluir esta presentación.

Voy acabando, pero antes convoco las palabras de la autora cuando habla de la relación que mantiene con sus personajes. Como muestra de la autonomía y corporeidad simbólica que adquieren los seres de papel  bien dibujados.

Debo reconocer que en su día tuve un inquietante enamoramiento con el Loco. Que lloré con Berta y su cosmos prisionero en un armario. Que odio la yedra desde el día que se apoderó de la tía vestida de novia. Que siento debilidad por Frida, la arcana. Y una portentosa ternura con la mujer golondrina.

Me he detenido en algunos pasajes y rasgos que considero puntos de inflexión en el conjunto de textos que componen el libro. Pero si tuviera que destacar uno, junto con los personajes claro, sería la estructura. Porque me recuerda al Odradek de Kafka, a esa criatura indeterminada hecha de pedazos de hilo, de los tipos y colores más diversos, anudados o apelmazados entre sí. Con apariencia de carrete de hilo- en este caso de papel- en forma de estrella plana. Lo invoco como metáfora de la creación enrevesada donde las líneas argumentales, los diferentes planos y voces convergen en una estrella, astro lumínico que aún deja rastro tiempo después de su aniquilación.


Una estructura-criatura animada, sin domicilio fijo que puede que un día pase a formar parte de las preocupaciones de la autora y se plantee: ¿Acaso rodará algún día por la escalera, arrastrando unos hilos ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No parece que haga mal a nadie; pero casi resulta dolorosa la idea de que me pueda sobrevivir.[ii]

Esta preocupación, a estas alturas de su producción, creo que es irreversible. Es un placer haber colaborado en la presentación, deseo haberos seducido, al menos un poco, para que os dejéis robar sin resistiros mucho por el ladrón de corazones hembra. Gracias a todos, os dejo con Pepa Cantarero, mi madre.


                                                                                       Jade Sal
                                                           








[i]. P. de Man, “La autobiografía como des-figuración” en La retórica del romanticismo, Akal, 2007, p. 149

[ii] . F. Kafka, Las preocupaciones de un padre de familia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario