lunes, 23 de junio de 2014

Una de las demoiselles d´Avignon


El primer cuadro cubista.

En 1907, Picasso sufre una grave crisis personal y creativa que lo impulsa a poner todas sus telas contra la pared. Tras seis meses alejado de la pintura, comienza una serie de bocetos que culminan en “Las señoritas de Avignon”, considerada la obra germinal del Cubismo, tendencia pictórica con la que el creador malagueño abandona el último hilo que unía a Paul Cèzanne con la tradición de la representación pictórica occidental y renacentista.

En sus obras, los pintores cubistas descomponen los objetos en volúmenes geométricos donde una nariz puede ser una pirámide, un seno un cono, una casa una serie de cubos, etc.

Estos artistas también desechan la perspectiva tradicional y buscan mostrar una multiplicidad de planos. Por eso, a estas mujeres podemos verlas de frente, de perfil y de espaldas al mismo tiempo. Además, como en esta época Picasso experimenta con formas similares a las del arte africano, las caras como máscaras de algunas de las mujeres reflejan ese interés.

A ello se agrega la influencia que ejerce sobre él la estética antiacadémica de la escultura arcaica griega, egipcia, ibérica y negroafricana.

Este poema lo escribí para una de ellas. ¿Cuál?

UNA DE LAS DEMOISELLES D’AVIGNON

Es una vieja puta con una piel increíble
y al sonrisa más demoledora que he visto en mi vida.
Hace tiempo que no vende su cuerpo
aquel que inmortalizó un tal Pablo, un muchacho del sur de España
muy joven muy tímido y gran fornicador.
Una vez intentó formar un hogar pero no supo
acostumbrarse en las noches que miran con los ojos abiertos
al poco amor de un solo hombre.
Un día se fue del hogar
dejando comida en el congelador para una semana.
Volvió a ser una Demoiselless D’avignon.
Sigue soñando con un patio con olor a mimosas
mientras pinta de negro sus largas uñas postizas
e intenta recordar algunos de los nombres de sus amantes.
Es una vieja puta que lee con avidez a Virginia Woolf.

Pepa Cantarero

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