Leopoldo María Panero
“Vivo dentro de la fantasía paranoica del fin del mundo y no solo no quiero salir de ella sino que pretendo que los demás entren en ella. Todas mis palabras son la misma que se inclina hacia muchos lados, la palabra FIN, la palabra que es el silencio, dicha de muchos modos”.
Hace unos días volvieron a emitir por televisión El Desencanto, documental (rodado en
el 1976) de la familia Panero. Recuerdo mi periplo para conseguirlo, hace unos años, por toda Barcelona hasta que
lo logré.
Felicidad Blanc, y sus tres hijos: Juan
Luis, Leopoldo Mª y Michi, dialogan con valentía y crudeza, de las miserias que subyacen en todas las
familias. Un tema que me interesa. Felicidad, una bella mujer y de
buena familia que se casó con el poeta, afín al régimen franquista, Leopoldo Panero,
una sombra que planea durante toda la película. Un padre duro y dictador contra
el que se ensañan sus tres hijos. Un bebedor empedernido, afición que heredaron
los tres.
Felicidad Blanch no se salva de esa animadversión de sus queridos hijos,
especialmente, de las puyas y culpas que le dirige Leopoldo María, el poeta
enajenado que pasó una buena parte de su vida de manicomio en manicomio.
El testimonio destructivo de una familia volcada
en las letras: tres poetas, Leopoldo Panero (padre), Juan Luis y Leopoldo María,
el escritor maldito y rebelde. Autor de poemarios como: Esquizofrénicas o la balada de la lámpara azul, Narciso en el acorde último de las flautas, Last River Together,
El último hombre, Poemas del manicomio de Mondragón, Contra España y otros
poemas no de amor o Locos, muere solo (como
murió su madre)a los 65 años en el hospital psiquiátrico donde vivía.
«En la infancia vivimos y, después, sobrevivimos», dijo, idealizando el
paraíso perdido de la niñez.
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