viernes, 26 de junio de 2015

Piedras bermejas



Las pegajosas lágrimas de la jara acompañan mis pasos esta mañana de agosto. Un viento inusual ocasiona en las ramas de los pinos un sonido adormecedor. Observo los diminutos pinos condenados a no crecer; el cadáver de una cabra donde  se aprecia (en su columna y en las descarnadas costillas) la rapiña de otros congéneres. En el tronco de uno de los árboles, aún cuelga, como el pasado año, el esqueleto acartonado del perro. Algunos paisajes son inamovibles.  


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